jueves, 25 de febrero de 2010

Obligar a Dios


Las lecturas y el evangelio de hoy se refieren todas al modo de pedirle a Dios.

Esto me recordó un asunto que alguna vez comenzamos y nunca continuamos sobre una de las eternas batallas entre el Bien y el mal.

Si bien lo ideal, para poder entender el sentido y alcance de lo que hoy pienso contar, sería que leyeran aquel post voy a recordar su idea fundante para quienes no quieren o no pueden tomarse el trabajo de leer todo el otro post.

La batalla se da entre dos ideas:

Una entiende que Dios es la medida de todas las cosas, incluso del hombre.

Y otra entiende que el hombre es la medida de todas las cosas, incluso de Dios.

Una reedición de esta batalla y aplicación práctica de estas ideas puede observarse en el modo del pedir a la divinidad.

En este punto convergen la mayor parte de la gnosis y sus derivaciones, un gran sector de la Cábala judía (y, por extensión y analogía en la "cábala" no judía), ciertos "tradicionalismos" esotéricos, los supersticiosos religiosos (que es muy otra cosa que la "fe del carbonero") e incluso, y aclaro que el tema litúrgico es uno de los temas centrales de este blog, ciertos obsesivos de la liturgia.

Todos ellos comparten (a su modo y con sus matices) una concepción que entiende que hay una relación de causalidad directa entre lo que se pide y lo que se obtiene. Es una concepción, propiamente, mágica de la religión en cuanto relación con Dios.

Pretenden -mediante ritos, oraciones, actos o lo que fuera- "obligar" a Dios a darles lo que piden. Tienen una suerte de tablero en el cual se puede "decodificar" y "codificar" el actuar divino de modo que se adapte a sus necesidades.

En definitiva, creen que pueden "modificar" a Dios, domesticar a Dios o simplemente doblegarlo.

Esto, como es fácil deducir, es la pretensión del Demonio y, por tentación del mismo, el pecado original.

Pero lo que quería mostrar con esto es que, en definitiva, esta idea diabólica de "esclavizar" a Dios, tiene como origen un no menos diabólico humanismo que pretende que el hombre es la medida de todas las cosas, incluso de Dios. Y ello en tanto que sólo puede "dominarse" aquello que es inferior.

En este sentido -orillando un tema enorme que merece varios post por separado- puede verse una correcta interpretación bíblica de la costumbre judía de no "nombrar" a Dios y referirse a Él como Di-s, Hashem, etc. y es que el "nominar" significa en el Génesis "dominar" y por eso a Adán le es dado ponerle nombre a todas las creaturas inferiores.

Para nosotros cristianos el Espíritu nos hace poder decirle con confianza Abba, aunque como tanto señalaba Buber y lo sigue Benedicto, es necesario reconstruir y redimensionar el nombre de Dios pisoteado y bastardeado por siglos.

Pero volviendo a los modos de "pedir" (en dos palabras porque se hizo muy largo).

El cristiano "obliga" a Dios al pedir como mi gordita mayor me "obliga" a darle una "sorpresa" después del postre: haciendo ojitos, con una sonrisa y taladrando "porfavorporfavorporfavorporfavorporfavor".

Natalio


miércoles, 3 de febrero de 2010

La purificación de Mikve


La fiesta de ayer (la purificación de la Sma. Virgen en el Templo) sumada a la abundante lluvia de hoy me recordaron la "Mikve" y su Mitzva (uno de los 613 preceptos) relativa, justamente, a la purificación de la mujer.

La Mikve es una suerte de pileta (parecida a la que usan los mormones para bautizar, sobre lo que les cuento que en mis inicios sobre la problemática "en que creen los que creen", a los quince años, tuve mi experiencia mormona y todavía recuerdo la cara atónita de mis padres cuando encontraron el "Libro del Mormón" entre mis cosas....) donde se realizan los ritos de purificación de los judíos.

Paralelo a nuestro bautismo (piensen por ej. en el bautismo de Juan que tenía esta significación al parecer), la purificación mediante el agua "devuelve al alma" o "la conduce hacia" un estado de pureza espiritual.

Las Mikve no tienen una finalidad o un uso únicos (se la utiliza como medio de purificación y último paso del neófito al convertirse al judaísmo, como purificación después del parto, como purificación de la novia antes del casamiento, como purificación ante cualquier fiesta, etc.) aunque hoy su utilización masiva se da para el cumplimiento de la purificación de la mujer casada, luego del período menstrual, para reanudar la vida marital.

La lluvia me hizo acordar porque debe tratarse de "aguas vivas" (no el bicho picante que me perseguía en la playa), es decir, de aguas que fluyan o corran (aunque pareciera que la palabra referiría a "agua acumulada o estancada"). Por esa razón es que lo ideal es que se haga en un río o en un mar. Actualmente, para mantener la proporción de "agua viva" se utiliza algún modo de canalización de las aguas de lluvia para que se mezclen con el agua de pozo ya presente en la pileta.

Como es de imaginar se trata de una Mitzva muy poco cumplida por las mujeres ya que imaginan una cosa horrendamente sucia, medio machista, vetusta, etc.

Para ponerlos en tema les recuerdo que según el Levítico, la mujer durante el período menstrual y durante los siete días posteriores no debía tener vida marital (si el marido tocaba algo tocado por la mujer también se hacía impuro). Al octavo día debía presentarse en el Templo con una ofrenda.

La purificación mediante el agua es la común denominadora a lo largo de toda la Torá y está en el Talmud (recogiendo lo que parece ser una tradición antiquísima de la Mishná) aunque no sé si figura, expresamente, como medio de purificación particular de la mujer, en el cuerpo mismo del Pentateuco.

Como suele ocurrir con las cosas de la nueva ortodoxia judía todo está preparado de modo tal que sea lindo y agradable (y hasta canchero) "cumplir con" o "hacer" mitzvot.

Suele haber una mikve por sinagoga (en las ortodoxas, claro) con uno o más baños (con todo tipo de herramientas de higiene corporal) contiguos. La idea es que en el baño la mujer se baña normalmente y pule su cuerpo, uñas, dientes, etc. de modo de quedar completamente limpia. Una vez lista irá acompañada por "la encargada" (que previamente le examina manos, uñas, etc.) hacia la Mikve donde debe sumergirse por completo comenzando por la cabeza ("como el pez no puede vivir sin estar sumergido en el agua el hombre no vive sin estar sumergido en la Torá"). Cuando la encargada ve flotar los pelos sueltos en el agua grita "kosher" y significa que está purificada. Este proceso se repite por tres veces y luego la "inmersa" recita la bendición: "Bendito eres Tú Adonai, nuestro Dios, rey del universo, que nos santificaste con tus mandamientos, y nos ordenaste lo concerniente a la inmersión".

Hecho todo lo cual la "encargada" se retira y la "inmersa" se queda haciendo su oración particular. Las corrientes más místicas del judaísmo actual ven en este momento el mayor contacto e intimidad entre la mujer y Dios, en el cual pide por sus hijos, los hijos de los hijos, su esposo, etc. La Madre, como corazón de la familia, se encuentra con Dios.

Luego vuelve al baño, se cambia y se retira.

Más allá de lo curioso o no que pueda resultar esto, y más allá de cuestiones mucho más amplias que, espero, tengan post individuales (la humildad de María en el cumplimiento de las leyes y el peligro constante de la vida hecha mitzvot como espirituculturismo en el decir del Athos) hay muchas cosas de fondo que me resultan simpáticas en este tipo de "cumplimientos".

Y es la "sacralización" y profundo respeto de/por los tiempos, las cosas, los requerimientos, etc. de la naturaleza.

Los tiempos de la vida marital, la purificación del cuerpo como algo sagrado primero mediante la limpieza meticulosa y luego mediante el gesto de la inmersión, la espiritualidad a partir de los ciclos vitales y otras tantas cosas me hacen pensar mucho en la "encarnación" de la religión.

Recordando siempre el riesgo de que los gestos y las obras se vacíen de contenido y nos quedemos, como decía Castellani, bailando sin música....

Natalio