domingo, 17 de mayo de 2020

Cristo como padre del feminismo judío





En estos tiempos de cuarentena y mucha televisión, diversa gente se ha asomado al mundo del judaísmo a través de la series Unorthodox y Sthisel. Ambas dan para largo pero permiten tener una aproximación “por la ventana” a la interioridad de la vida religiosa del judaísmo ortodoxo. Un tema interesante para analizar desde esa perspectiva es algo muy charlado en este blog que es ese “sacerdocio universal” con el que la “religión”judía reemplazo la centralidad del Templo

No obstante todo ello, una de las cosas que puede llamar la atención a un espectador no familiarizado con el mundo judío es lo que hoy se daría en llamar (en esta terminología tan ideologizada) “un machismo patriarcal” completamente exacerbado. Casi que uno de los temas centrales en ambas series (en una lo es de manera expresa y directa) es el rol de la mujer en ese mundo.

Como en todas las miradas puntuales y “por la ventana” es imposible generalizar y absolutizar. Tampoco se puede pretender que todo el judaísmo (aún el ortodoxo) mantiene esos mismos parámetros. Y también conviene recordar y entender que la misma dinámica de trato y ubicación de la mujer en el mundo es común a otros extremos religiosos (dentro del catolicismo y el cristianismo en general es muy fácil verlo en mucho grupos).

Sin embargo, hay algo cierto y es que el judaísmo en sus bases es particularmente “duro” y “extremo” en su visión de la mujer. Hoy quiero mostrar un aspecto de esa realidad y es la mujer en el matrimonio y en el divorcio judío.

Todo en el matrimonio judío se centra en el hombre. Es el hombre el que “adquiere” (compra a cambio de un precio) a la mujer y es el hombre el que “libera o divorcia” a la mujer (la deja “libre para cualquier hombre….”) La ceremonia de casamiento consiste, propiamente en un “contrato de adquisición” y la “toma de posesión” de la mujer por parte del hombre. Es una suerte de “compraventa” que incluye el precio entre sus diversos aspectos.

El divorcio se produce mediante la entrega de un “guet”  o “libelo” de divorcio que es una suerte de terminación del contrato (sin este documento el matrimonio no termina y, por ende, cualquier otra relación es adulterio). Según la norma específica de la Torah (Deuteronomio 24,1) el hombre puede darlo a la mujer “porque halló algo que no le gustó”. Es una suerte de garantía contra “vicios redhibitorios” en el derecho.

Las interpretaciones en el el tiempo de Jesús sobre esta norma específica reeditan una lucha eterna de todo el Talmud entre sus dos personajes centrales: Shammai y Hillel.

Shammai decía que la causa (para divorciarse) tenía que ser grave (adulterio) mientras que Hillel dice que cualquier cosa que haga mal la mujer (incluso si quemó la comida al cocinar) podía ser causa de divorcio. (Akiba, otro de los grandes, dice que incluso es “causa” que el marido encuentre una mujer más hermosa). Para el que quiera buscarlo está en Mishná Guittin 9:10.

En este mundo Jesús contradice expresamente a ambos. Aunque no es el tema del post conviene apuntar que la pregunta ¿es permitido repudiar a la mujer “por cualquier causa”? claramente apunta a saber en cuál de las corrientes se enrola (y, más específicamente, como Cristo solía coincidir con Hillel más que con Shammai, la pregunta parece apuntada más a saber si también en eso coinciden). Esto explica la sorpresa y la indignación de los presentes que ante el “barrido” de toda autoridad de la Mishná le citan la Torá (“pero Moisés…”). Cristo se muestra más allá de la Torá aunque sin contradecirla. En esto, como en tantas otras cosas (en especial las relacionadas con el Sábado) Cristo muestra su divinidad a los judíos.

Pero volvamos al punto. Más allá de la posición sobre el divorcio el punto que quiero hacer notar es la sensibilidad y delicadeza de Jesús con la mujer. En ese contexto tan complejo para la mujer Cristo muestra siempre una dulzura especial y una igualdad (metafísicamente entendida) en cada trato. Podríamos hacer un post de cada encuentro de Cristo con cada mujer a la luz de este mundo.

En nuestro caso Cristo los iguala en el matrimonio mediante la cita del Génesis, los dos pasan a ser parte de la misma carne, los dos son lo mismo. Le quita el tono comercial (compra) y a la mujer ya no la considera un objeto que se compra sino que le otorga un sentido místico a la unión. El contraste es notable si se lee todas las prescripciones del Talmud al respecto.

Y respecto del divorcio opera una revolución que no existía en el momento. Sólo el hombre podía “dar el divorcio”. Es un tema que llega hasta la actualidad en las congregaciones ortodoxas si se puede “obligar” al hombre a dar el divorcio si la mujer lo pide (más allá, por supuesto, que una corte rabínica aún en estos tiempos será mucho más exigente para analizar una causa esgrimida por una mujer). Como anécdota en uno de los capítulos de la serie los “soprano” la familia de la mujer contrata a la mafia para que “convenza” al hombre de entregar el divorcio. Pero más allá de las interpretaciones lo indiscutido es que sólo el hombre puede dar el “guet” o “libelo” que termina el matrimonio.

Jesús, hace más de 2000 años, los pone en pide de igualdad y dice si el hombre repudia a la mujer… o si la mujer repudia al hombre… (Mc. 10). Más allá de que a ambos les dice que no lo notable es que en su pensamiento y en su discurso no ve ni hace diferencias. La mujer podía dar el libelo de repudio.


Estas cuestiones: entender el matrimonio como un acto bilateral y no como una “adquisición del hombre”; que las causas de divorcio sean iguales para ambos; que el divorcio pueda ser solicitado por la mujer y otras muchas son cosas que el feminismo judío (estamos hablando de la ortodoxia por lo que no hablamos del feminismo más radicalizado) está peleando y pidiendo en el 2020. Jesús ya lo hizo en el tiempo 0.




domingo, 12 de abril de 2020

El último condenado a muerte por el Sanhedrin





Dios escribió la historia de un modo tan claro como bello. Cada uno aporta y escribe siguiendo sus propios lineamientos, su “pedacito” de historia que se enlaza, sin que nosotros mismos lo advirtamos, en un Logos total. Descubrir esto en cada momento es “mágico” y bello.

No obstante eso, que transcurre en cada segundo de la historia, hubo un momento donde esa Historia Eterna se mezcló con el tiempo. Los actores de reparto que participan del Logos eterno se cruzaron con el Logos Eterno hecho persona e interactuando en el tiempo. Eterno y temporal a la vez Cristo es la Paradoja más bella del tiempo y del espacio.

Mirar de este modo la historia vuelve fascinante el descubrir los senderos divinos que se bifurcan primero y se vuelven millares después. La Teología de la Historia apasiona en cada detalle. Hoy, que celebramos el paso de la muerte a la vida, comparto uno donde se bifurcan los caminos del judaísmo y del cristianismo. 

El judaísmo perdió, con la llegada de Cristo Mesías, su razón de ser como religión autónoma. Cristo torna pleno al judaísmo permaneciendo el pueblo elegido como un la rama troncal de una religión ahora universal. Con Cristo se vuelve vana toda la tradición halájica del judaísmo y con el sacrificio de Cristo en la Cruz se torna innecesario todo sacrificio (por eso, en términos de teología de la historia, el Templo desaparece en ese tiempo). Estos datos objetivos reconfiguran al judaísmo como una religión nueva y distinta que se reinventa primero con la redacción del Talmud de Babilonia y luego con diversos hechos y personajes en la diáspora.

De esos datos hay uno particular muy interesante que recoge el Talmud. Cristo es también el último condenado a muerte por el Sanhedrin. Después de su muerte El Sanhedrin se proclama exiliado y abandona para siempre su Cámara de residencia (la Cámara de la Piedra Partida).

Este relato se encuentra en el Tratado de Shabbat 15a. No voy a hacer una traducción literal sino que cuento para que se entienda.

Se están refiriendo distintos hechos y en esa línea se dice: “Cuarenta años antes de que el templo sea destruido (el templo se destruye en el año 70 por lo que estamos en el año 30 y, más allá de la precisión exacta, es claramente la fecha de la muerte de Cristo) el Sanhedrin fue exiliado de la Cámara de la Tierra Partida y se asentó en tiendas en el monte del templo. Sobre esto último la Gemará se pregunta cuál es la consecuencia de esa frase. Un Rabí contesta que es porque no se juzgarían más casos de castigo. La Gemará plantea: ¿cómo va a ser porque no se imponen más castigos si por muchas generaciones después de que el templo fue destruido se siguieron juzgando casos y poniendo penas? A lo que contesta: no se volvieron a poner penas capitales. La autoridad de imponer la pena de muerte fue arrebatada del Sanhedrín y por eso abandonaron la Cámara de la Piedra Partida. Desde ese momento no tiene más un lugar designado ni autoridad para juzgar casos de pena de muerte”.

Un eslabón más en la cadena que articula misteriosamente las relaciones entre la “religión judía” (como tal, la que rechaza el cristianismo) y el misterio de Cristo. Como todo (la profecía del Sumo Sacerdote, la destrucción del templo, etc.) uno puede explicarlo racionalmente diciendo que luego de la muerte de Cristo se les armó un problema político serio y es verdad. No obstante, uno puede dedicarse a ver en ellos los mensajes Eternos De Dios que calzan en un rompecabezas dinámico y eterno a la vez. El rompecabezas de la Paradoja aparece una y mil veces en el Talmud y en todos lados.

Felices Pascuas.


Natalio


jueves, 27 de febrero de 2020

El agua, el ofertorio y el Talmud




Hay un pequeño gesto litúrgico en el ofertorio que puede pasar desapercibido si no se presta la correcta atención. El sacerdote pone vino en el cáliz y, antes de hacer la ofrenda, agrega una pequeña proporción de agua.

Se ha discutido mucho en este blog sobre el sentido del ofertorio y sus dos visiones a partir de la reforma litúrgica efectuada por el Concilio Vaticano II.  No vamos a reeditar la discusión pero para simplificar, a los efectos de comprender el punto de este post, hay una concepción  más “sacrificial” y otra más orientada a la conmemoración de una cena festiva. De acuerdo a la primera en el ofertorio se ofrece la víctima que se sacrificará y, por tanto, es el cuerpo y la sangre de Cristo lo que se ofrece. En la segunda se ofrecen el pan y el vino, fruto  de la naturaleza y del trabajo del hombre, que se van a compartir en la cena.

La cuestión hoy es la importancia del pequeño gesto de agregar agua al vino en uno y otro caso y contar de dónde viene.

En el sentido sacrificial el agua configura la participación de todos los hombres en la ofrenda de Cristo. El minúsculo gesto se nos convierte en esencial pues es el modo de hacernos partícipes del Sacrificio de Cristo en la Cruz y de las gracias que ello nos merece. El agua nos hace parte de la ofrenda y del sacrificio.

Si lo que se ofrece es el vino no sabría explicar cuál es el sentido de agregar el agua…

Ahora bien. Más allá de la razón, podemos buscar el origen del gesto. 

Es claro que el origen de la misa católica y la institución de la Eucaristía se da en la última cena que guarda una estrecha relación (más allá de que fuera exactamente o no) con el “seder de Pesaj” (la cena judía de la Pascua). Es decir, se trata claramente de una cena judía que cumplía con todos los rituales judíos de la época. Especialmente con las bendiciones. 

Para enterarnos de lo que hacía Jesús uno de los libros del Talmud, el más viejo y central, es de mucha utilidad. Se trata de la Mishná (que es la transcripción de las tradiciones orales hecha por los contemporáneos de Cristo y los apenas posteriores). Por su parte la Guemará aporta los comentarios a esas tradiciones. 

Dentro del Talmud uno de los tratados está dedicado a las bendiciones y los modos de celebrar las fiestas. Se trata de Berajot o Brajot.

Allí, además de las bendiciones de la que está tomado el texto del nuevo ofertorio, puede encontrarse un dato curioso.  Se dice especialmente: “no se pronuncia la bendición del vino sin agregarle antes agua dentro de él para diluirlo”. La razón es que el vino de la época de Cristo y en esa zona era demasiado concentrado y era llamado “vino vivo”. 


Es decir que todo hace suponer que Cristo ya desde la última cena agregó el agua antes de ofrecer el cáliz. 

Natalio

domingo, 9 de febrero de 2020

Benedicto, el Templo, el carpintero y el aprendiz






Leyendo el libro de la polémica (Dal profundo del nostro cuore) encontré en el texto de Benedicto algo que me llamó mucho la atención. Es una secuencia lógica común al cristianismo y al judaísmo y es la “particular presencia De Dios en el Templo” de Jerusalén. Dios no estaba en la sinagoga (donde estaba la Torá, donde estaba la Palabra). Dios estaba en el Templo.

Volviendo a la vieja discusión de las dos mesas (“la mesa de la Palabra” y la “mesa de la Eucaristía”) en la que se dan dos “presencias” De Dios (porque Cristo es el Logos y Cristo está en la Eucaristía) Cristo no dice que la sinagoga (la primera mesa, donde “vivía” la Torá, la Palabra) es su casa ni la casa de su Padre ni su Cuerpo. Sin embargo sí dice que es la Casa De Dios el Templo y el Templo es su Cuerpo (Juan 2, 21).

Para los Judíos el Templo era también la Casa De Dios (no la sinagoga). Sin Templo el Pueblo judío entró en la diáspora y cambió la esencia de su religión. La centralidad sacrificial y gran parte de sus prescripciones quedaron girando en falso. La presencia De Dios en medio de ellos (ese era el sentido del Templo) se rompió para siempre y no puede ser reedificada. Cristo fue, es y será el último y eterno Sacrificio del Templo, Cristo fue, es y será “Dios con nosotros”. Es la presencia viva De Dios en medio de su pueblo. Histórica y teológicamente Cristo suplantó el Templo.

Pero Benedicto incluso va más allá y explica la causa de la destrucción del Templo. Esto es un eje central de la vida del judío y de su estudio. ¿Por qué Dios los abandonó? ¿Por qué Dios (que estaba en el Templo) ya no está ni estará en medio de ellos de nuevo? Esta es una pregunta central en todo el Talmud y eso me hizo recordar una historia.

Uno de sus libros, el Gittin o Guitin, tiene un capítulo entero de hagadots (enseñanzas en forma de historias, las parábolas de Cristo eran típicos hagadots judíos) referidos a la destrucción del segundo Templo. Se trata de explicaciones o historias que explican el por qué de la destrucción. Una de ellas siempre me llamó la atención y es la que quiero compartir.

El contexto en el que la historia es contada ya es curioso porque le piden al Maestro que explique un pasaje de Miqueas (Mic. 2,2) en los cuales se cuenta los sufrimientos del pueblo de Israel y terminan con la promesa del Mesías. Todo un signo…

Ante la pregunta el maestro cuenta la historia del Carpintero y el aprendiz del carpintero. Resulta que el aprendiz de carpintero había “puesto sus ojos” sobre la mujer del carpintero (le gustaba, la deseaba o como quieran traducir a nuestros términos actuales). En cierto momento el Carpintero necesitó plata y el aprendiz dijo: envía a tu mujer a mi casa y yo le prestaré el dinero que necesitas. El carpintero envía a su mujer y ella se queda tres días en casa de aprendiz. Después del tercer día vuelve el aprendiz a lo de su maestro que le pregunta por su mujer. El aprendiz le dice que la envió pero escuchó que unos jóvenes la violaron en el camino. ¿Y qué debo hacer ahora? Pregunta el Maestro al aprendiz. El aprendiz le aconseja que se divorcie (la Ley permitía el divorcio en este caso). El Maestro le dice que no puede porque tenía que pagar una gran dote (es decir, si se divorciaba tenía que devolver mucho dinero que no tenía, los casamientos judíos tienen una suerte de “contrato” que se llama Kethubah) a lo que el aprendiz responde que le prestaría también esa suma para que se pueda divorciar. Cuestión es que el Maestro se divorcia y el Aprendiz se casa con la esposa. Cuando llega el momento de devolver la plata el Maestro no la tenía por lo que el aprendiz lo hace trabajar para él (las obligaciones no cumplidas convertían al deudor en sirviente del acreedor). Es así como el Aprendiz y la ex comían y bebían mientras el Maestro les servía y sus lágrimas caían en sus copas.

Hasta ahí la historia pero el Talmud agrega a continuación una frase terrible: “y desde aquella hora el destino quedó sellado” en clara referencia a la destrucción del Templo. La pregunta que se impone es: ¿Qué quiere decir la historia? ¿Cuál sería la enseñanza de la parábola?

De las diversas interpretaciones una muy marcada y muy lógica en el contexto explica que el Maestro sería Dios, la esposa los judíos (siguiendo una tradición de los profetas mayores que usan mucho esa analogía) y el Aprendiz (el malo por supuesto) el Cristianismo. El pueblo judío es tentado por los paganos y Dios termina llorando por la traición de su pueblo. Como dato de color de esta interpretación hay una cosa muy judía y muy de hermano mayor: le terminan echando al culpa a Dios por lo que les pasa (por la indiferencia De Dios terminan siendo seducidos por los paganos…).

Con el diario del lunes uno podría decir que el aprendiz es el mundo gentil, el maestro (que tenía los conocimientos y la elección) era el pueblo judío y la esposa Dios que, ante la indiferencia del pueblo judío, termina yendo a los gentiles. Y así es como el judaísmo llora sobre fiesta de la Gracia. Para más datos en este sentido la última frase después de decir que desde esa hora el destino quedó sellado agrega: “sin embargo algunos dicen que son dos mechas y una sola llama”. (Esto da para otra historia entera…)

Más allá de todo esto mi punto es otro. Si el aprendiz se había enamorado de la esposa y esa le daba calce directamente se podría haber escapado con ella. Pero no. Hizo todo según la “ley”. Todos sus actos “exteriores” cumplieron con la ley (hizo que el otro se divorciara, cumplió la Kethubah, se casó y lo convirtió en su servidor) aunque su sentir era malo y su intención perversa. Era un sepulcro pintado de blanco impoluto por fuera y lleno de gusanos por dentro. Por ese modo de entender la religión se destruyó el Templo.


Como dice Benedicto: Questo significa che Gesù considera la distruzione del Tempio come conseguenza dell’atteggiamento sbagliato della gerarchia sacerdotale dominante. Dio però qui – come in ogni punto di svolta della storia della salvezza – utilizza l’atteggiamento sbagliato degli uomini come un modus del suo amore più grande. A questo livello evidentemente Gesù considera in ultima analisi la distruzione del Tempio esistente come un passo del risanamento divino e la interpreta come definitiva nuova formazione e impostazione del culto.

Natalio


martes, 20 de septiembre de 2016

El Cardenal, la Misericordia y la Justicia




"Todo lo debido antes fue gratuito" (en el sentido de don o gracia, no sólo en sentido económico) me espetó el cardenal. 

Varias semanas después la frase me sigue taladrando la cabeza. Estábamos charlando de la meritocracia y la niñez (la publicación de hace un tiempo) y la frase recorrió el ambiente como cerrando el tema para siempre. Supe en el momento que me descolocaba, que era una suerte de piedra angular, que movería para siempre toda la estantería. Da en el centro del aporético equilibrio entre misericordia y justicia.

Si la Justicia es dar a cada uno lo suyo y lo justo es que cada uno tenga lo suyo… entonces cualquier exceso o cualquier defecto es injusto. Y esto incluye, en algún modo, también a lo que nazca de la misericordia o de la caridad. En mi cuadrada cabeza existía una nunca admitida “doble verdad” entre el acto visto a la luz de la justicia y el acto visto a la luz de la caridad donde de algún modo, siguiendo el silogismo para arriba, se negaba el principio de no contradicción.

A esa visión juridicista se le añadió con el tiempo y mi acercamiento a diversos textos del judaísmo, una visión pseudo-cabalista. Si Dios crea al mundo mirando la Torá (el Logos) cualquier falla contra la justicia implica un desorden del Plan divino. Las faltas a la justicia no alteran sólo la realidad individual de uno o dos sujetos sino que, de algún modo, afecta al orden cósmico en su totalidad. Un acto de injusticia, como el aleteo de la mariposa, afecta la realidad del mundo todo. Y ello aún cuando es en más… nunca me cerró la cuestión.

En este odre viejo fue derramado el “todo lo debido antes fue gratuito” y a ello le agregó: “quiero que trabajes esto mismo desde la idea de la creación y la gratuidad de la creación”.

Y allí es cuando todo cobra sentido como en el reverso de un bordado. Si la creación fue gratuita todo lo debido lo será siempre “secundum way” (en un neologismo medioeval contemporáneo). Lo debido, sin dejar de ser debido, en algún modo y en algún momento (lógico y temporal) fue gratuito y su retribución gratuita es también una forma de igualdad, quizás incluso su forma perfecta… Y allí de nuevola Misericordia y la Verdad se encuentran y la Justicia y la Paz se besan.

Esto que suena quizás muy teológico y poco jurídico aparece también cuando uno se acerca a la estructura del derecho. Todo derecho fundante (comenzando por la vida -como hecho y como derecho- y siguiendo con la libertad, el nombre, más millones de etcéteras entre los derechos personalísimos y los constitucionales) es gratuito. La “entrada” al derecho es siempre gratis y su igualdad reclama en algún momento de la “salida” la gratuidad…

Es así como llegamos de nuevo al principio. Todo lo debido antes fue gratuito.

Y ello nos lleva al segundo título del último (y exquisito) libro del Cardenal: Todo es Gracia.


Gracias Cardenal.

Natalio


Niñez y meritocracia





Hace un tiempo vengo viendo hablar de “meritocracia”, generalmente acompañado de alguna de las dos imágenes que se acompañan.

El tema, como tantos otros que uno ve a diario, tiene varios costados pero suele venir de sectores ideologizados. La particularidad del tema es que este se está expandiendo y se está replicando en personas no ideologizadas. Eso me despertó una señal de alarma.

Como todo en las ideologías se parte de algo real y muy serio. En este caso es el drama de la pobreza. Un verdadero azote al corazón y, tal vez como signo de estos tiempos de consumismo, individualismo y hedonismo, cuidadamente ajeno a nuestras preocupaciones cotidianas. Aparece cada tanto arropado de la correcta frivolización de turno y se nos vuelve a perder en la cotidianeidad de nuestras ocupaciones.

La pobreza, como una verdadera imposición de justicia (y no de caridad) es un tema serio y profundo. Una gran deuda en nuestra sociedad. Una formalidad muy propia y actual para examinar nuestras conciencias y nuestras vidas.

Pero esto de la meritocracia aplicada a los niños no tiene nada que ver con eso…

Una de las herramientas suele ser estadística del tipo: “el 90% de la gente que nace pobre muere pobre mientras que el 90% de la gente que nace rica muere rica sin importar lo que hagan al respecto”… La estadística suele ser un buen recurso ideológico para torcer realidades. Una genial frase de Shaw le contesta: La estadística es una ciencia que demuestra que, si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. La realidad de las cosas humanas suele recorrer un camino paralelo al de los números de laboratorios. Una historia de superación (de las que todos conocemos, no una sino muchas tanto en la historia, en el arte, en el deporte, etc.) vale como respuesta a cualquier porcentaje.

Como mensaje personal es tan desgarrador como determinista y estúpido. Que nadie haga nada que morirá como nació. Nada de lo que hagas moverá la historia. El destino (y no tus actos, tus sueños, tus objetivos, tus metas, tus trabajos) determinará tu existencia. Sólo queda ahogarse en odio y resentimiento contra aquel con el que el destino fue más favorable.

Como mensaje político y jurídico es nefasto. Quitemos todo lo que tienen pues no lo merecen. Volvamos a repartir todo y entremos en el socialismo donde nadie tenga nada… una vez más (y donde la historia nos ha enseñado que los pueblos se quedan sin nada mientras los “directivos del partido” tienen vidas suntuarias).

La cuestión es, más allá de las críticas ¿hay mérito en el sentido de merecimiento o no?

Santoto siguiendo a Aristóteles explica que no hay relación de justicia ni con los padres, ni con la patria ni con Dios. Ello es, más allá de por una falta de equilibrio en lo debido, porque no hay verdadera “alteridad”. Uno no es “otro” con relación a sus padres. Lo que hagan los padres “vale” como hecho por uno. Esto es de Perogrullo en la vida cotidiana (y lo es también de un modo particular en la vida sacramental y espiritual) y en la vida jurídica. Desde la tutela hasta la responsabilidad por los actos de los menores son ejercidos por los padres. El padre no es “otro” respecto del hijo. Lo que el padre “merece” para su hijo el hijo lo “merece” en nombre propio, no ajeno (e incluso el padre “merece” por los actos del hijo en materia social, civil, penal, etc.).

Las  ideologías (todas ellas, no sólo las de origen marxista) suelen reducir el hombre a la materia y la materia a la economía. Por eso sólo hablan de plata. Pero en esta carrera de merecimientos y recompensas la plata es lo de menos. El hijo al que los padres le leen al irse a dormir será más inteligente que el que se duerme mirando televisión; el hijo al que le inculcan el amor por la lectura será más despierto que el que se la pasa jugando a la play; el hijo al que se le cuida la alimentación será más sano que aquél al que lo atoran a caramelos para que no moleste… Quien tenga hijos sabrá que la lista es interminable. Todo en la educación “determinará” “una parte” del futuro de un chico. Y todo eso el chico lo merece por el amor de sus padres.

Esa ausencia de alteridad que impide considerar como “otro” a los padres no sólo obedece a una cuestión biológica (también innegable pues todo en el hijo viene de los padres). Todo el amor borra alteridades. El amor hace que el otro deje de ser otro. Y así los actos de los maestros que aman a sus alumnos le “merecerán” un futuro mejor a los alumnos de los burócratas, los actos de los amigos buenos le “merecerán” un futuro mejor que los oportunistas, etc.

Hasta aquí lo natural pero el tema se torna “esencial” para el católico. El “merecimiento” de los “méritos” de la Cruz sólo nos viene dado por el amor. Nada más que el amor permite “apropiarnos” de los efectos salvíficos de la Cruz. Si mi borrosa memoria no me falla algo de esto me hizo leer mi padre (y me hizo merecedor de este conocimiento) en los comentarios de Santoto a la Ética Nicomaquea de Aristóteles cuando estudiaba latín.


Es por eso que en lugar de meritocracia, en estos casos hablaría de “filocracia”. Es el amor el que hace merecer.

Natalio

miércoles, 3 de febrero de 2016

Una enseñanza de los Hermanos Mayores





En estos días muchos se vuelven locos intentando interpretar a través de viejos y nuevos documentos lo que está clarísimo (en el marco del profundo misterio que representa con sus consecuentes interrogantes que no podemos ni debemos intentar develar) en San Pablo (más allá del Evangelio mismo) y en los padres (especialmente Santoto y San Agustín). Quizás lo que ocurre es que la respuesta que encuentren no les guste (a unos porque les parecerá demasiado “judaizante” o otros porque les resultará intransigente en su ortodoxia). Esto pasa desde siempre. Y lo otro que también ocurre es que se pretende racionalizar algunos misterios ante los cuales hasta San Pablo hizo silencio… pero hoy, como siempre, hay gente que entiende de estas cosas más que San Pablo. Hay una cierta necesidad de pelearse con los hermanos mayores.

Mientras tanto vuelvo del silencio porque la “parashá” de esta semana que pasó trae algunas cuestiones interesantes para quienes intentan ver en la tradición judía el otro lado del bordado y entender, desde allí, la inmensidad de algunos misterios.

El texto de la Parashá es la entrega de la Torá y los diez mandamientos por Dios a Moisés. Hay en la Midrash dos referencias que me resultan de gran interés.

La primera es que la Midrash enseña que Dios sólo en dos momentos se deja ver y se comunica abiertamente con el pueblo. Una fue al momento de entregar la Torá y los Diez mandamientos y la segunda es con la venida del Mesías.

Surge aquí, una vez más, la superposición que hay entre lo que en la Tradición Católica es “el Verbo” (segunda persona de la Santísima Trinidad) y la Torá. Claramente no son lo mismo pero el Verbo funde en su persona la Torá. Ya lo charlamos a partir del Génesis y el Evangelio de San Juan con el “Dios crea al mundo mirando la Torá” en cuanto “mapa” de todo lo que existe. Aquí el Verbo, hecho carne y Mesías, es la tabla de Salvación para el judío. El judío se salva por la Torá, ahora el judío se salva por el Mesías (el Verbo).

Dios se “abre”, se “presenta”, se “muestra” en la Midrash en dos momentos. En la primera Alianza mediante la Torá y en la Segunda Alianza en el Jordán. Dios abre los cielos al entregar la Torá y pide su cumplimiento. Dios abre los cielos en el Jordán y en el Tabor, presenta a su hijo y ordena que lo escuchen.

Cristo aparece como un calce perfecto con la Torá, es la piedra angular. En la forma es exactamente igual aunque en profundidad la vuelve infinita. Cristo no viene a cambiar la Ley, viene a tornarla plena. Cristo es el Señor del Shabat y de los 613 Mitzvot. Cristo muestra en cada gesto lo que enseñaba este texto de la Midrash.

La segunda es que la Midrash dice que los dos primeros mandamientos fueron entregados a todo el pueblo judío. La Alianza se estableció con todos y cada uno de los integrantes del pueblo judío pidiendo su aceptación individual pero la presencia divina era tan grande que en mismo momento se separaron todos sus cuerpos de sus espíritus. No pudieron soportar, como frágil recipiente, el contenido de la Torá vertido directamente por Dios. Luego Dios envío de nuevo las almas a los cuerpos pero el pueblo ya no quiso recibir directamente la Torá sino que pidió la intermediación de Moisés. Así es que la Torá es recibida por Moisés como intermediador (Pontífice) entre Dios y el Pueblo.

Para la Segunda Alianza Dios pone un Pontífice, El Sumo Pontífice, el Verdadero Pontífice que posee en si mismo los dos extremos del puente, es Dios como Dios, es Hombre como el hombre. Sólo mediante un Hombre/Mesías/Cristo/Dios es posible entregar al hombre la plenitud de la Ley.


Y sólo en la permanencia de ese Hombre/Dios en su Iglesia y en la Eucaristía es posible encontrar la salvación. Sólo en la Iglesia de Cristo está la Salvación. Así lo enseña la Midrash.


Natalio