miércoles, 17 de diciembre de 2008

Humilde secularismo


En el post anterior sobre el tema del sacerdocio (lectura requerida para entender el sentido del presente) dejamos la cuestión desde la perspectiva del fiel, del laico.

Hoy nos toca ver el mismo problema pero desde otra perspectiva, la del sacerdote. Es decir, habiendo dicho que hay un hombre que hace de "supositum" de dignidades divinas, suelen plantearse extremos viciosos: que el hombre se olvide de su dignidad, o que la dignidad le haga olvidar su humanidad.

Estos dos extremos se corresponden con los mismos analizados respecto de los fieles.

Existe la posibilidad de que el sacerdote se crea una deidad por ser administrador de cosas divinas, exigiendo tratos, bienes y otras cosas temporales; queriendo mandar e imponer en todo; creyéndose por encima de todo y de todos, etc.

Y existe también la posibilidad que la dignidad le resulte "incómoda"; que quiera ser uno más; que no quiera sobresalir en nada; que no quiera ningún trato preferencial en nada; que no quiera ser, vestir o parecer diferente al laico.

Las dos puntas están un tanto estereotipadas y resulta complicado encontrar algún espécimen puro en uno u otro sentido. Han habido sí, épocas donde una de las posiciones reinaban: la primera tuvo su auge en tiempos pasados de la historia de la Iglesia, la segunda la tuvo unos años después del Concilio y le dura un poco. El hecho de que el Concilio sirviera de puerta a una secularización no es tampoco casual; existía un movimiento que, como contraposición y corrección del extremo opuesto, bandeó demasiado la cuestión.

En cualquier caso, repito, cuestiones relativas a uno u otro extremo suelen aparecer entreveradas en un mismo y único personaje (en muchos casos con la mejor intención) poniendo de manifiesto que, en definitiva, no son tan diferentes.

Ambos tienen un común denominador (más o menos conciente): la soberbia. En unos porque pretenden ser aquello que sólo administran. En otros porque se creen dueños de aquello que administran y consideran que pueden disponer de ello a su antojo. No lo digo tampoco como un juicio tajante y definitivo sobre la conducta de nadie, simplemente creo encontrar ese problema (conciente, inconsciente, más sutil, menos sutil, etc) en el fondo de la cuestión.

Como la secularización es el defecto dominante de estos tiempos (se puede ver la carta que citamos en el post anterior o constantes referencias del actual y gran Papa) vamos a entrarle sólo a ella, aunque ello no implica desconocer lo pernicioso del defecto contrario.

De todos modos, tampoco me voy a adentrar en toda la profundidad de la cuestión del secularismo ni en sus representaciones más burdas o exageradas. Ellas han sido y son adecuadamente combatidas por documentos de la Iglesia de todos los colores.

Simplemente quiero mostrar pequeñas pinceladas de soberbio secularismo arropado con mantas de humildad y sencillez (estos suelen ser los casos menos concientes y de mejor "buena voluntad").

Al terminar el ofertorio y justo antes del comienzo del canon, aparece en el misal la siguiente fórmula: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. Mientras que los fieles responden "el Señor reciba de TUS MANOS este sacrificio....". Ocurre que hay varios curas que se sienten muy maleducados al decir primero "mío" y después "vuestro" (o de ustedes en mi parroquia) y lo invierten: "de ustedes y mío". Otros, quizás concientes de las discusiones armadas al respecto, modifican el misal quitando el mío, vuestro o "de ustedes" para decir sin más: "este sacrificio que es nuestro" o, directamente: "para que nuestro sacrificio".

En cualquier caso, por una falsa humildad, se está modificando toda una estantería teológica. Es un tema muy largo que se encuentra íntimamente emparentado con el del "sacerdocio universal de los fieles" (que ya mencionamos pero que lo abordaremos nuevamente para aclarar algunos puntos que quedaron sueltos). En definitiva la cuestión se reduce a la siguiente: el sacrificio "propiamente" es sólo de Cristo y, por ende, sólo del sacerdote que celebra en la persona de Cristo; por extensión es también nuestro, pero "secundariamente" en tanto nos unimos al sacrificio de Cristo y nos beneficiamos con sus méritos. Volveremos a este problema al profundizar el sacerdocio de los fieles pero baste mencionar que es un tema que se discutió muchísimo en los alrededores del concilio y en el que hasta muchos de los más reformistas hacían hincapié en la importancia de la diferencia.

Volviendo al post; "humildemente" se cree con facultades de modificar a su antojo el misal, abajar el sacrificio de cristo, desfigurar el sentido de la misa, etc.....

Cuestión similar ocurre con la distribución de la Santa Eucaristía. Son muchas las cuestiones y abusos que se ven a diario en este tema y, seguramente por eso, es tratado con mucha insistencia por este Papa y por el anterior (aunque no se los lea ni obedezca). Pero vamos a "lo normal". Por muchos factores son cada vez más los llamados "ministros extraordinarios de la Eucaristía". Dejando de lado, de nuevo, abusos, deformaciones y malformaciones, es habitual que la Comunión se reparta por un sacerdote y varios ministros. Ahora, son muchos los sacerdotes que en dicho momento, hacen un profundo gesto de humildad: se van a entregar la comunión a cualquier costado dejando el pasillo central para los "ministros". Es una forma de decir: "somos todos iguales".

La liturgia tiene una función pastoral (aunque no sea la única ni la principal) y cada gesto, rito o símbolo debe educar a los fieles. En el caso, se le debe mostrar al fiel que EL MINISTRO de la Eucaristía es el sacerdote. A él se le encomienda la función de administrar y entregarnos la cosas divinas. Por razones de necesidad y fuerza mayor se puede recurrir "otros" ministros que no sean sacerdotes. Ahora esta diferencia jerárquica debe ser "mostrada" a los fieles mediante pequeños gestos, uno de ellos es ubicarse donde siempre y principalmente se entrega la Eucaristía. Lo mismo ocurre cuando el sacerdote, en lugar de entregar él los copones deja que los tomen directamente del altar los "ministros". Son pequeños gestos, pavadas si se quiere, pero tienen un efecto disolvente sobre la pastoral y educación de los fieles.

Volviendo al post; "humildemente" se equipara la función sacerdotal a la de "otros ministros", se desfigura la "figura" de Cristo repartiendo "Su" Cuerpo, etc.....

Se ha tornado demasiado largo. Por eso no abordaremos otras pinceladas de lo mismo, como pueden ser: exigir el tuteo (no critico el tuteo al sacerdote, sino la "exigencia de"), no querer usar "vestimenta eclesiástica" (pueden ver mi opinión en los comentarios a un post), impedir que les besen las manos, impedir que se arrodille el fiel para confesarse, etc....

En todos los casos se observa que bajo el lema de la humildad se desprecian, prohíben o dejan de lado pequeños gestos (o no tanto) que indican la dignidad y excelencia de la función. Bajo el lema de la humildad se dispone como propio algo que les es ajeno: la dignidad sacerdotal de Cristo.


Natalio

Pd: Esperemos cambiar la perspectiva medio crítica que tiñó los últimos post.

1 comentario:

Terzio dijo...

Las "crisis" post-conciliares han afectado mucho a algo tan fundamental como es la "conciecia del carácter sacerdotal", algo que es sustancial en la Iglesia desde sus orígenes.

Comparar al sacerdote tal y como lo concibe el Rito Extraordinario a las formas minimalistas del minsiterio que expresan las liturgias "abusivas", marca las distancias que -de hecho y dolorosamente para los conscientes- se viven actualmente dentro de nuestra Iglesia Católica.

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