lunes, 22 de diciembre de 2008

Navidad con Li Jie y Paganini




Este es el regalo de navidad para todos mis lectores.

Se trata de Li Jie, a los 14 años de edad, tocando el capricho nº 24 de Paganini.

Ya les conté que me encanta la música y, en particular, la guitarra y los buenos guitarristas.

Lo que puede sonar medio extraño, en un blog que viene tomando desde hace un tiempo un tinte religioso, es un regalo navideño tan, pero tan profano.

El regalo consiste más que nada, en una suma de elementos simbólicos que se reunieron, casi de casualidad, en el mismo video.

Vamos a explicar algunos y otros quedarán a la vista sólo de algún lector perspicaz.

Li Jie es considerada hoy una de las mejores guitarristas del mundo. Es una joven china con un don más que evidente. Se ha convertido en una suerte de emblema artístico de la China comunista y del conservatorio de Beijing en particular.

Es decir, es un símbolo comunista del arte, un fruto puro del comunismo más puro (según ellos).

Paganini (el autor) es un músico genial reconocido como tal por todo el mundo. Quizás haya sido el violinista más virtuoso de todos los tiempos.

Ahora, se lo suele llamar "el violinista del diablo". Su figura era tan rara y su virtuosismo tan grande (podía tocar con una sola cuerda) que despertaba grandes conmociones. Se le atribuyen pactos con el demonio o se lo beatifica. Lo cierto es que parece que al pobre, por los dichos de su pacto diabólico para algunos o por haberse negado a recibir la extremaunción para otros, el obispo le negó la sepultura católica (lo sepultaron varios años después) y eso alimentó el mito.

¿Y entonces? ¿Por qué el regalo navideño es la obra profana de un diabólico violinista interpretada por una de las mayores exponentes de uno de los comunismos más anticatólicos?

Porque es bello.

Y una idea que quiero transmitir en el blog es que lo bueno, lo verdadero y lo bello son coextensivos. Que lo bello, en tanto bello, es verdadero y bueno. Y en tanto Dios es la suma Bondad, la suma Belleza y la suma Verdad, todo lo bueno, verdadero y bello nos acerca un poquito más a Él.

Ya charlamos sobre este punto al hablar sobre el tema del mal y, específicamente, en el primero de los post respectivos. Se trata de la doctrina de "los universales" o "los trascendentales".

En nuestro caso, se trata de una obra bellísima interpretada de un modo acorde con su esencia, es decir, con virtuosismo.

El que la obra esté tocada en guitarra (y no en violín) obedece a un cariño especial que tengo por dicho instrumento.

Con relación a la obra debo decir que admiro profundamente la obra de Paganini. En general me gustan mucho las obras creadas para resaltar el virtuosismo del ejecutante (en el caso, él mismo). En particular, me parece exquisito el novedoso enfoque musical que aportó tanto a sus obras como a sus influencias (Lizt, por ejemplo).

Respecto de la interpretación, se la suele acusar de excelencia técnica pero falta de sentimiento. Se dice, "es como cargar a un robot con lo mejor de la técnica y obtendrás el mismo resultado". No estoy de acuerdo.

Li Jie tenía en esa época entre 13 y 15 años (por eso puse 14 al comienzo) pero la realidad es que la ejecución es propia de un niño. Es decir, la interpretación destila cierta inocencia de apego a la técnica y eso, justamente, la hace única. Si buscan por el Youtube podrán encontrar versiones más actuales de la misma obra por la misma intérprete. Verán que se parecen pero les falta un aura distinta que poseía sólo en aquella época, algo cambió. Lo mismo ocurre cuando escuchamos coros de niños (hablo de coros en serio), la belleza no se encuentra sólo en esa voz única sino que hay "un modo" de ejecución.

Pero lo verdaderamente raro y novedoso en el caso de Li Jie es encontrar a alguien que a tan corta edad haya alcanzado tamaño desarrollo técnico (lo que impide encontrar casos similares en guitarra, canto o cualquier otro instrumento). Generalmente la maduración de la técnica se logra con la maduración personal.

En definitiva, retomando el asunto de lo "profano" y las "maldades" particulares que pueda tener la obra, la realidad es que lo bello nos conduce a Dios. Y si las cosas son usadas para el mal, o fueron hechas para el mal..... pues bien, no es la primera vez que Dios saca flores del estiércol, bien del mal, verdad de la mentira, redención de la muerte, etc.

En palabras de Tribilín (que me sorprendió por su profundidad teológica en una película que veía la gordita): "todo reloj, por más descompuesto que esté, siempre acierta por lo menos dos veces al día".

Les deseo una feliz y santa navidad.

Natalio

Pd: Les dejo mi frase navideña preferida (condensa toda una espiritualidad) de los salmos: la Misericordia y la Paz se encuentran, La Justicia y la Paz se besan (Salmo 84, 11).

Pd1: Como regalo "sacro" de navidad les dejo una hermosa perla de Ignis Ardens.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Humilde secularismo


En el post anterior sobre el tema del sacerdocio (lectura requerida para entender el sentido del presente) dejamos la cuestión desde la perspectiva del fiel, del laico.

Hoy nos toca ver el mismo problema pero desde otra perspectiva, la del sacerdote. Es decir, habiendo dicho que hay un hombre que hace de "supositum" de dignidades divinas, suelen plantearse extremos viciosos: que el hombre se olvide de su dignidad, o que la dignidad le haga olvidar su humanidad.

Estos dos extremos se corresponden con los mismos analizados respecto de los fieles.

Existe la posibilidad de que el sacerdote se crea una deidad por ser administrador de cosas divinas, exigiendo tratos, bienes y otras cosas temporales; queriendo mandar e imponer en todo; creyéndose por encima de todo y de todos, etc.

Y existe también la posibilidad que la dignidad le resulte "incómoda"; que quiera ser uno más; que no quiera sobresalir en nada; que no quiera ningún trato preferencial en nada; que no quiera ser, vestir o parecer diferente al laico.

Las dos puntas están un tanto estereotipadas y resulta complicado encontrar algún espécimen puro en uno u otro sentido. Han habido sí, épocas donde una de las posiciones reinaban: la primera tuvo su auge en tiempos pasados de la historia de la Iglesia, la segunda la tuvo unos años después del Concilio y le dura un poco. El hecho de que el Concilio sirviera de puerta a una secularización no es tampoco casual; existía un movimiento que, como contraposición y corrección del extremo opuesto, bandeó demasiado la cuestión.

En cualquier caso, repito, cuestiones relativas a uno u otro extremo suelen aparecer entreveradas en un mismo y único personaje (en muchos casos con la mejor intención) poniendo de manifiesto que, en definitiva, no son tan diferentes.

Ambos tienen un común denominador (más o menos conciente): la soberbia. En unos porque pretenden ser aquello que sólo administran. En otros porque se creen dueños de aquello que administran y consideran que pueden disponer de ello a su antojo. No lo digo tampoco como un juicio tajante y definitivo sobre la conducta de nadie, simplemente creo encontrar ese problema (conciente, inconsciente, más sutil, menos sutil, etc) en el fondo de la cuestión.

Como la secularización es el defecto dominante de estos tiempos (se puede ver la carta que citamos en el post anterior o constantes referencias del actual y gran Papa) vamos a entrarle sólo a ella, aunque ello no implica desconocer lo pernicioso del defecto contrario.

De todos modos, tampoco me voy a adentrar en toda la profundidad de la cuestión del secularismo ni en sus representaciones más burdas o exageradas. Ellas han sido y son adecuadamente combatidas por documentos de la Iglesia de todos los colores.

Simplemente quiero mostrar pequeñas pinceladas de soberbio secularismo arropado con mantas de humildad y sencillez (estos suelen ser los casos menos concientes y de mejor "buena voluntad").

Al terminar el ofertorio y justo antes del comienzo del canon, aparece en el misal la siguiente fórmula: Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. Mientras que los fieles responden "el Señor reciba de TUS MANOS este sacrificio....". Ocurre que hay varios curas que se sienten muy maleducados al decir primero "mío" y después "vuestro" (o de ustedes en mi parroquia) y lo invierten: "de ustedes y mío". Otros, quizás concientes de las discusiones armadas al respecto, modifican el misal quitando el mío, vuestro o "de ustedes" para decir sin más: "este sacrificio que es nuestro" o, directamente: "para que nuestro sacrificio".

En cualquier caso, por una falsa humildad, se está modificando toda una estantería teológica. Es un tema muy largo que se encuentra íntimamente emparentado con el del "sacerdocio universal de los fieles" (que ya mencionamos pero que lo abordaremos nuevamente para aclarar algunos puntos que quedaron sueltos). En definitiva la cuestión se reduce a la siguiente: el sacrificio "propiamente" es sólo de Cristo y, por ende, sólo del sacerdote que celebra en la persona de Cristo; por extensión es también nuestro, pero "secundariamente" en tanto nos unimos al sacrificio de Cristo y nos beneficiamos con sus méritos. Volveremos a este problema al profundizar el sacerdocio de los fieles pero baste mencionar que es un tema que se discutió muchísimo en los alrededores del concilio y en el que hasta muchos de los más reformistas hacían hincapié en la importancia de la diferencia.

Volviendo al post; "humildemente" se cree con facultades de modificar a su antojo el misal, abajar el sacrificio de cristo, desfigurar el sentido de la misa, etc.....

Cuestión similar ocurre con la distribución de la Santa Eucaristía. Son muchas las cuestiones y abusos que se ven a diario en este tema y, seguramente por eso, es tratado con mucha insistencia por este Papa y por el anterior (aunque no se los lea ni obedezca). Pero vamos a "lo normal". Por muchos factores son cada vez más los llamados "ministros extraordinarios de la Eucaristía". Dejando de lado, de nuevo, abusos, deformaciones y malformaciones, es habitual que la Comunión se reparta por un sacerdote y varios ministros. Ahora, son muchos los sacerdotes que en dicho momento, hacen un profundo gesto de humildad: se van a entregar la comunión a cualquier costado dejando el pasillo central para los "ministros". Es una forma de decir: "somos todos iguales".

La liturgia tiene una función pastoral (aunque no sea la única ni la principal) y cada gesto, rito o símbolo debe educar a los fieles. En el caso, se le debe mostrar al fiel que EL MINISTRO de la Eucaristía es el sacerdote. A él se le encomienda la función de administrar y entregarnos la cosas divinas. Por razones de necesidad y fuerza mayor se puede recurrir "otros" ministros que no sean sacerdotes. Ahora esta diferencia jerárquica debe ser "mostrada" a los fieles mediante pequeños gestos, uno de ellos es ubicarse donde siempre y principalmente se entrega la Eucaristía. Lo mismo ocurre cuando el sacerdote, en lugar de entregar él los copones deja que los tomen directamente del altar los "ministros". Son pequeños gestos, pavadas si se quiere, pero tienen un efecto disolvente sobre la pastoral y educación de los fieles.

Volviendo al post; "humildemente" se equipara la función sacerdotal a la de "otros ministros", se desfigura la "figura" de Cristo repartiendo "Su" Cuerpo, etc.....

Se ha tornado demasiado largo. Por eso no abordaremos otras pinceladas de lo mismo, como pueden ser: exigir el tuteo (no critico el tuteo al sacerdote, sino la "exigencia de"), no querer usar "vestimenta eclesiástica" (pueden ver mi opinión en los comentarios a un post), impedir que les besen las manos, impedir que se arrodille el fiel para confesarse, etc....

En todos los casos se observa que bajo el lema de la humildad se desprecian, prohíben o dejan de lado pequeños gestos (o no tanto) que indican la dignidad y excelencia de la función. Bajo el lema de la humildad se dispone como propio algo que les es ajeno: la dignidad sacerdotal de Cristo.


Natalio

Pd: Esperemos cambiar la perspectiva medio crítica que tiñó los últimos post.

martes, 9 de diciembre de 2008

Liturgia Fubolera


El domingo estuve en misa en el Seminario de la Fraternidad San Pío X en La Reja (después de mucho tiempo sin asistir) y el lunes (día de la Inmaculada) volví a mi parroquia habitual.

Ya hemos hablado aquí de liturgia y lo seguiremos haciendo.

Pero antes de adentrarnos en el tema del post, algunas alusiones concretas a las misas.

Los que me conocen saben, los que leen el blog intuyen y a los que no les cuento: no soy lefebvrista ni muchísimo menos. Valoro muchísimo a Mons. Lefebvre a quien considero, más allá de su concreto pifie, un verdadero hombre santo que supo luchar contra muchas miserias humanas de la Iglesia por un lado y con morbosos sedevacantistas por otro que lo hostigaban día y noche (y en definitiva generaron su desobediencia objetiva). Ahora, los lefebvristas son cosa muy distinta y, sin querer generalizar (porque, de verdad, no se puede), hay un aire que me resulta difícil de respirar.

No obstante ello debo decir que las dos misas "solemnes" a las que asistí no se parecían en nada, no se percibe ninguna continuidad y, hay que admitirlo, cuesta creer que estén "haciendo" lo mismo (no pasa lo mismo en las misas diarias donde el "show" no es tanto y se percibe claramente la línea litúrgica entre las dos). Aclaro que lo que las hace tan diferentes son más abusos y extralimitaciones que la liturgia misma pero, en definitiva, ellas son resultado de la elasticidad del rito. Pero bueno, para eso está la Fe y la Iglesia. Cristo se "anonadó" de su condición divina y sigue haciéndolo (o, mejor, lo siguen haciendo anonadarse los que juegan a su antojo con el misal).

Percibí también la importancia de la conservación de la misa por Lefebvre, la Fraternidad y todos los "eclesiadeisistas". Es decir, cuando uno asiste a las misas "motupropistas" de Buenos Aires (no así en otros lugares donde las celebran sacerdotes que nunca dejaron de hacerlo) se encuentra con cierta artificialidad del rito (aunque exista muy buena voluntad) por falta de conocimiento pero, en especial, por falta de connaturalidad con él. Los que siempre la celebraron y la conservan lo hacen con una belleza completamente diferente.

También es una pena que la Fraternidad celebre un rito distinto al que juraron (que incluía las modificaciones de Juan XXIII). Si bien hay algunas cuestiones y modificaciones de segunda importancia hay otras que eran necesarias. En ese sentido el segundo "confiteor" (que tenía un sentido específico con el catecumenado) me resulta ridículo, la conserva por la conserva.

Pero vamos al punto.

En la misa del domingo entendí (antes no podía comprenderlo por parte de un sacerdote, quizás porque conozco de chico el rito "tridentino") la incomprensión y la sensación de lejanía que esa Misa le generó a "Todo era bueno" (un blog que sigo siempre con interés aunque a veces con diferencias) en un post sobre "la misa tradicional" y sus comentarios.

Se trata, efectivamente, de algo lejano e inaccesible para alguien que se acerca sin preparación, para el curioso, para el novato, para el apático, etc. Pero ¿no resulta lejano e inaccesible a la razón que un Dios acepte anonadarse en un trozo de pan porque un hombre dijo ciertas palabras?

No niego que la Iglesia atravesara, desde antes del concilio, cierto distanciamiento de los fieles en varias cuestiones. Ahora, no creo que se trate sólo de una cuestión de rito (lo sustancial de la misa) y de apertura total.

El Misterio es Misterio y si lo quieren hacer entender lo único que logran es desentender a los demás.

El Misterio está ahí, siempre presente para quien se quiera acercar, y cada uno lo hace en la medida de sus posibilidades o intereses.

Eso me recordó a otro post, de otro blog (que también leo frecuentemente), de otro sacerdote donde unió (por un asunto pastoral) el tema religioso con el futbolístico.

Ese post me sirvió para pensar lo "litúrgico" del fútbol.

En los comentarios decía que, en ese rubro, me sorprendía el reemplazo medio burdo que se daba en mucha gente del antiguo domingo religioso por el domingo deportivo.

El domingo es el día del fútbol (o del automovilismo, vale igual o más). Toda la semana se espera el partido del domingo. Se discute quién y cómo jugarán. Se hacen declaraciones, se estudian formaciones, se escucha a "los doctores del fútbol", etc.

El domingo es "el día". Juntarse con la banda para ir al partido (el fútbol es algo comunitario) y se va, con banderas, gorros y otros estandartes, en procesión hasta el templo.

Una vez en la cancha todo es nervio y ansiedad hasta que aparece el sacerdote (perdón, el equipo) y la liturgia comienza.

Si el lector ha estado en una cancha de fútbol sabrá que (salvo las plateas más bajas) poco se distinguen los jugadores desde la tribuna. Ahora ¿es necesario? No, en absoluto. Todos saben quién es quién en cada rincón de la cancha, no necesitan que les indiquen la formación porque ya la conocen, saben incluso, la formación del equipo contrario. Es más, le conocen los problemas familiares a los 23 tipos que están en la cancha.

Pero hay más. Si miran cualquier partido verán que hay algunos pobres tipos que se pasan el partido debajo de una bandera sin ver nada u otros que se mantienen de espaldas al partido para incentivar el aliento. Es decir, no ven el partido pero están porque deben cumplir una función. No saben lo que pasa pero les cuentan, algo ocurre y ellos cumplen su función.

¿Y por qué todo esto? Porque verdaderamente les interesa. Porque el fútbol (y su equipo en particular) es la razón de su existencia. Porque el tiempo gira en función de esas dos horas. Porque para eso adoctrinan y le enseñan a sus niños, etc.

Lo mismo pasa con el Misterio. Al que le interesa se acerca y se acerca en la medida de su interés. Si se acercan a las misas según el rito extraordinario verán montones de gente que apenas saben leer con sus mantillas y misales. Verán a muchos con cara de serios que no entienden mucho que pasa pero saben "que algo está pasando". Verán a muchos que estudian latín para adentrarse un poco más en el misterio.

Por el contrario veo gente en mi parroquia que está tan familiarizada con todo que no le resulta extraordinario que su Dios esté presente en un pedazo de pan y un poco de vino.

No quiero absolutizar en un sentido ni en otro ni, mucho menos, pretendo denostar la liturgia del rito ordinario. Lo único que quiero señalar es que es un mito lo de la ajenidad y lejanía del rito extraordinario.

Lo ajeno, lejano e incomprensible es el misterio que se celebra. Y cada uno se acerca y participa (en el rito ordinario o extraordinario) según su interés.



Natalio