martes, 26 de agosto de 2008

Homero le pone pasión, la Biblia no


Como habrán podido apreciar por la poca actividad del blog en estos días, las vueltas no son fáciles. De todos modos me parece que hay en la blogósfera una suerte de fiaca institucionalizada, veo a varios a los que les está costando ponerse a escribir.

Hoy toca continuar con la segunda lectura que les mencioné. Se trata de la obra Mimesis de Erich Auerbach. A decir verdad no se trata de la obra entera sino de su primer capítulo llamado "la cicatriz de Ulises".

Esta lectura, recomendada por mi culta suegra, surgió de una conversación que sosteníamos, justamente acerca de la Biblia. Esto me sirvió como disparador para retomar un tema iniciado en el blog: la pasión según Mel Gibson.

El capítulo en cuestión me resultó tremendamente llamativo. Quitando del centro las conclusiones del autor, lo que me interpeló fuertemente fue la comparación entre dos textos (el libro 19 de la Odisea con Génesis 22) realizada por alguien que reúne dos condiciones que a mi entender lo habilitan particularmente: es filólogo y judío (otro día hablaremos de los judíos y la Biblia).

Lo que el texto muestra son las diferencias en el relato. Mientras Homero describe todo hasta en los detalles más ínfimos poniendo al lector dentro de la historia, la Biblia es completamente escueta aportando los datos mínimos que permitan al lector seguir el relato y comprender la significación real de lo relatado (en el caso, el sacrificio de Isaac). La Biblia prescinde de la descripción de emociones que permitan golpear sensiblemente al lector, sólo los hechos crudos son transmitidos de modo que cada cual percibe el contexto según sus circunstancias.

Esta comparación tan minuciosa me hizo recordar algo que el Oráculo (otro día daremos más detalles sobre él) solía repetirnos hace ya muchos años (bastante antes de la película de Gibson): los relatos de la pasión de Cristo están despojados por completo, no sólo de cualquier morbo, sino de cualquier recurso a la sensibilidad. Se percibe una dureza terrible pero no se la describe en lo más mínimo.

Es aquí donde retornamos a Gibson y a su Pasión.

Una de las cosas que más se ha criticado es su saña en mostrar los padecimientos del modo más real posible, provocando un completo rechazo sensible por parte del espectador. Aquí también creo que hay que distinguir dos cuestiones.

Por un lado se habló de una exageración. Creo que no sólo no exageró sino que se quedó muy corto (su rostro todavía parecía humano a diferencia del de la profecía de Isaías). Eso sin contar el sufrimiento espiritual (el principal) del cual no podemos tener noción: un Dios conciente de su divinidad humillado por sus creaturas.

Por otro lado aparece el asunto de la necesidad o conveniencia espiritual de movilizar la vida espiritual desde lo sensible. Aquí la cuestión es mucho más complicada. En general, y como el Oráculo nos enseñaba de la Biblia, pareciera que no es conveniente, que se trata de esas semillas que crecen rápido pero se mueren también rápidamente.

En cualquier caso también hay que admitir que el mundo al cual viene la película (que, repito, más allá de las críticas la veo anualmente) sólo capta lo sensible y, por otra parte, es completamente apático, indiferente, individualista, hedonista, etc. Es decir, es un mundo que necesita una buena sacudida que lo despierte de la modorra. Quizás, desde esta perspectiva, fuera un mal necesario.

De todos modos pareciera que hay algo natural en nosotros que nos lleva a comprender la crueldad de la cuestión sin necesidad de acudir a grandes derramamientos de sangre.

Esto lo pensaba el domingo al contemplar a mi hijita de dos años (la que está arriba del blog) durante la misa. Se alejó como de costumbre y se detuvo un rato a contemplar un crucifijo de tamaño natural sin casi nada de sangre ni cicatrices. Al rato volvió y haciendo puchero me dijo: Yesú tiene nana.

Natalio

Pd: En realidad, quizás Gregorio recomiende que la pequeñita vea la película mientras todavía es caperucita.

jueves, 14 de agosto de 2008

Big back


He retornado después de un muy escaso descanso. Entre otras cosas tuve que volver porque lo de Gregorio ya se estaba tornando obesamente preocupante. Más allá de que no me gustaron ninguno de los dos videos quedan para otro momento disquisiciones acerca de los binomios proporcionalidad-belleza o virtud-belleza. Pero son temas demasiado gordos para tratarlos a la pasada, mientras tanto, querido amigo, aquí tiene verdadera belleza lírica.

Aunque un poco exagerado por Mr. Sombrero es verdad que estuve descansando un poco más al noreste de mi domicilio habitual con la siempre grata compañía de la familia de mi esposa.

En particular, les voy a contar acerca de dos lecturas inducidas (directamente o no) por mis suegros aunque conviene que les haga una pequeña aclaración en relación con ellos.

Se trata de dos personas más que interesantes muy competentes en sus actividades. Vienen de aires muy distintos a los míos y beben de otras aguas. Cuando coincidimos en algunos temas nos encontramos que arribamos por caminos distintos.

En este contexto paso a relatarles la primera de las lecturas (la segunda quedará para después).

Hace un tiempo que mi suegro venía leyendo "La teoría del todo" de Stephen Hawking y me lo comentaba. En especial charlábamos acerca de agujeros negros, el origen del universo y la vuelta a Dios del autor. En uno de los días de descanso, y mientras aguardaba que la computadora restableciera internet, encontré sobre el escritorio del estudio el dichoso librito.

Mi curiosidad pudo más que la computadora y me puse a leerlo. Lo leí de corrido y sin pausa mirando todo con la misma precisión que un pato podría mirar la tierra volando a la altura de un condor. Es decir, lo leí por arriba y a las corridas, no como la temática y el autor hubieran requerido.

Aclaro que no lo leí con más detenimiento por una cuestión de tiempo. Tengo varias cosas que leer antes que eso relativas a temas que hoy tengo en la cabeza. Es decir, no tengo ningún prejuicio contra el libro ni mucho menos, por el contrario lo leí porque me resulta más que interesante tanto el tema como el libro y el autor.

Dado lo anterior no quiero contarles el contenido del libro sino hacer nada más que unos pequeños comentarios más elípticos que directos.

Se trata de una serie de conferencias dictadas en el Vaticano hace unos cuantos años.

La primera observación tiene que ver, justamente con esto. Se suele tildar a la Iglesia Católica de oscurantista, ajena a la ciencia, irracional, acientífica, etc, etc, etc. Sin embargo, me resulta curioso que se ignore que el Vaticano sigue siendo una especie de Meca cultural y científica donde se discuten ideas y cuestiones del más alto nivel (en especial la Academia Pontificia de las Ciencias). En el mismo sentido, los creadores de las dos bolas científicas sobre las que se trabajaron todos los temas relativos al origen y al orden del universo viene de dos sacerdotes: Copérnico primero y Lemaitre después.

Hawking hace una especie de historia del big bang y aledaños. Me parece muy significativo que en este punto no cita ni menciona, justamente, a Lemaitre. No tengo mucha idea de estas cuestiones pero hasta donde tenía entendido fue el que proporcionó, sobre la base de Einstein, el primer modelo explicativo de un big bang (también es curioso que esa era la explicación "creacionista" contra los que, siguiendo linealmente a Einstein, pretendían que la materia era eterna).

Otra cuestión que me llamó mucho la atención se refería a las citas. En nuestro ámbito, cuando uno discute con sostenedores de las contemporáneas corrientes de pensamiento, debe justificar una y otra vez si llega a citar a Platón, Aristóteles o, mucho peor, San Agustín o Santo Tomás. Pareciera que para ellos la filosofía comenzó en el siglo XIX y todo lo demás es vetusto y anticuado. Sin embargo, en este ámbito completamente distinto de la ciencia y del pensamiento, me encontré con recurrentes citas a Aristóteles, San Agustín y hasta el mismo Santoto.

Por último, en el mismo sentido y como explicación del párrafo anterior, Hawking recrimina la ausencia de filósofos y se ríe indicando que hoy sólo se dedican al lenguaje. Si bien él admite (y no puede negarse) que hoy los avances y descubrimientos de la física resultan muy inaccesibles para los "no iniciados", la realidad es que tampoco existe la menor pretensión de universalidad. Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Descartes, Kant, Hegel y algún otro intentaban explicar la realidad entera. En eso consiste, en definitiva, la filosofía (casi lo mismo que enseñan hoy nuestras facultades).

Hay mucho por estudiar entonces, sólo falta tiempo y coraje.

Natalio

viernes, 8 de agosto de 2008

El misterio de la belleza


Ser feo, obeso, pobre e inseguro de uno mismo. ¿Qué puede ser peor para el mundo en el cual vivimos?

Después de todo, la belleza siempre triunfa. Dios creó el arco iris para que nunca olvidemos eso.

Con ustedes, Paul Potts


e Israel Kamakawiwo'ole
Gregorio


lunes, 4 de agosto de 2008

El burro condenado a muerte

La peste invadió una región asolando todo a su paso. El rey de los animales, atemorizado, reunió a sus súbditos. -Señores, esta peste es, evidentemente, un castigo por nuestros múltiples crímenes. Es un castigo que sólo puede aplacarse si entregamos como ofrenda al más pecador de todos nosotros. Reconozcamos nuestras faltas ante nuestros hermanos. Empiezo yo. Sí, yo... no os extrañeis... señores, confieso que he pecado, que he comido a muchos de mis semejantes... y a veces sin tener hambre...

Terminó de hablar el león y la zorra le dijo palabras parecidas a estas: -señor, ud. no es pecador, no sea humilde; ruines deben ser aquellos animales que se pusieron en el camino de sus reales garras. La corte toda estuvo de acuerdo con la zorra y tacharon al rey de escrupuloso. Hicieron lo mismo con las confesiones de la zorra, los chacales, los felinos, etcétera. Todos minimizaban sus faltas, se disculpaban y abrazaban.

Hasta que habló el burro. Reconoció que un día, que tenía mucha, mucha hambre, al pasar por un campo sembrado, tomó una espiga de trigo y la comió.

Se escandalizaron al unísono. Lo llamaron vil, ladrón, asesino, impuro. Estuvieron de acuerdo, por mayoría absoluta, en que era el más pecador. Fue apresado y condenado a muerte. El encargado de la aplicación fue el lobo, que había permanecido callado. Ejecutó la sentencia ahí... delante de todos.

La anterior es una una fábula recogida, entre otros, por Samaniego (la llama "Los animales con peste" y la traduce en versos castellanos combinados, para el solaz y educación de los señores seminaristas del Seminario Real Vascongado).

Una versión similar de esta fábula, con algunos animales cambiados, se vivió en un país del sur del continente americano, cuando una presidente/a hizo el amago de renunciar, de inmolarse por la redistribución del ingreso. Una diferencia es que ella no tuvo el tino de simular, siquiera, el reconocimiento de su falta. Otra (de las tantas), es que no han podido con los burritos.
Gregorio

viernes, 1 de agosto de 2008

¿Qué está haciendo Natalio en este momento?




En algún rincón del noreste argentino, estará dándose el atracón de costumbre.







Después, la siesta y "Sociología del África negra" del gran Paco Elías de Tejada, o alguna curiosidad semejante que lo ayude a digerir.






Con el sol ocultándose y la visión nublada por el pseudo-escocesigita pensará en los enigmas morales que lo fatigan, en la ascesis bien entendida y en la actuación de Messi en los Juegos.



Disfruta, Natalio, pero no te acomodes en la certeza de que subiré post en tu ausencia. Ese número creciente de visitas que te empalaga empezará a decrecer, como la rentabilidad de los yuyos que estás viendo.



Gregorio