El amigo Wanderer ha colgado un post del Athonita sobre el tema del mal. No sé quién sea el Athonita (de hecho me imagino un monje en medio del monte, dentro de su cueva de piedra con su noteboock y una bruta antena para conectarse vía wi fi con internet de algún país vecino; mentira... no puedo imaginarme un athonita cibernético, me suena a un oxímoron) pero lo respeto por efecto transitivo. Respeto a Wanderer, Wanderer lo respeta, yo lo respeto.
Me limité a hacer un comentario en el blog relacionado con una pequeña introducción hecha por Wanderer sobre el concepto tradicional de mal que intuía despreciado por él ("es verdad, es muy bueno pero la verdad no sirve para un comino"). Wanderer me contestó desde la ortodoxia y la literatura y yo le responderé (también en su blog) con una nueva cita y no mucho más.
Ahora bien, contestando y no a Wanderer y contestando y no al Athonita aprovecho la ocasión para adentrarme en un tema que siempre me a gustado y, desde otra óptica, considero fundamental.
El mal (dicen tantos que para qué citar) consiste en la privación, ausencia, carencia o como quieran llamarlo (dentro de lo que se dirá respecto de la naturaleza) de bien, ser o como quieran llamarlo.
Ocurre que, siguiendo la doctrina tradicional de los universales, el Ente, lo Bueno, lo Bello, etc son convertibles entre sí. En tanto algo es ente (y en esa medida) es también bueno, bello etc. El mal es ausencia o privación del ente y, en la misma medida, malo y feo. Por eso el mal nos repugna tanto (en el caso que motivó el post), porque no sólo lo vemos malo sino también vacío y feo. El pecado es feo además de malo.
¿Y cuál es el criterio para saber que a algo le falta algo? La Naturaleza o entelequia (responden a coro Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Menvielle, Castellani y Bilardo). Lo bueno es lo perfecto, es decir, lo que no defecciona por exceso ni por defecto y, en la misma medida es amable. Lo malo es lo que defecciona (Castellani dice, muy ocurrentemente, que por eso el mal no tiene causa "eficiente" sino que tiene causa "deficiente"), le sobra o le falta algo (en definitiva siempre le falta) y, por ello mismo, nos produce rechazo.
¿Qué opina hasta aquí Wanderer? No tengo la menor idea pero lo imagino con su whiskey diciendo: es la doctrina tradicional.
Pero es en las consecuencias donde aparecen las divergencias y se muestra que, en definitiva, no está tan claro que estemos hablando de lo mismo. Es lo que vamos a ver.
Pero antes una aclaración. Hay que distinguir el mal llamado generalmente físico (del cual el dolor y el sufrimiento son manifestaciones) del mal moral. El Athonita los une por su causa última (el pecado original) pero creo que, por sus causas próximas, por sus consecuencias y por los remedios, merecen ser diferenciados.
En cuanto uno le da algún tipo de entidad (que no es lo mismo que existencia que indudablemente la tiene) al mal ("el mal está vivo", "presencia activa", "presencia operante") requiere ubicarlo en algún lugar, más aún, por diversas cuestiones (que van desde lo semántico a lo histórico) se tiende a personalizarlo. En cuanto lo tengo ubicado puedo luchar contra él pero, evidentemente, hay que buscarlo fuera. Una vez que lo encuentro y lo agarro la cuestión es más sencilla: lo quemo, lo ahorco o lo azoto. Mauro Schechtel mató y violó, ergo, pena de muerte para Mauro se pide desde el teclado sin saber cómo, cuándo, dónde, etc.
No tengo problemas con la legitimidad de la pena de muerte (otro día hablaremos del punto) pero no creo que se trate de eso. Cuando uno mira delinquir a otro y piensa que uno jamás podría cometer semejante delito, no se llama cristiano (cita de memoria de Castellani que cita de memoria un sermón San Agustín). Cuando el mal cobra entidad se termina atacando al pecador y no al pecado, pero, lo más terrible es que al atacar al pecador dejo de atacar al pecado, a mi pecado. La Vida y la muerte combaten ¿dónde? en tu alma.
¿Pero no hay que combatir al demonio al mundo y a la carne? Sí, sin dudas. ¿Y no son ellos el mal? No, sólo en un sentido metafórico podemos decir que son el mal. El que hace o conduce al mal no es el mal. El mal lo tenemos o lo hacemos nosotros. Por eso cuando rezamos el Agnus Dei no decimos: Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo - Destrúyelos Señor, sino que decimos, implorando, ten piedad de nosotros.
Bueno pero ¿cómo hacemos entonces para combatir el mal? Si el mal es privación de la naturaleza el bien se hace (y el mal se combate) restituyendo el orden natural que permite a cada individuo alcanzar su propia naturaleza o perfección.
Un dato evangélico en este sentido. En la parábola del hijo pródigo lo que mueve al arrepentimiento es la comprobación del mal en cuanto privación de lo que le correspondía por naturaleza. Primero dice que él pasa hambre mientras los jornaleros de su padre tienen pan en abundancia y luego "iré a mi padre y le diré".
Las cuestiones dan para muchos aspecto y comentarios más pero se ha hecho tarde y largo. Otro día se puede charlar de los ribetes internacionales del asunto, de la injusticia (como término análogo) y de otras muchas cosas.
Y, también en otra ocasión, podremos tratar un punto donde quizás converjan dos modos de decir lo mismo (y, en definitiva, no estuviéramos en desacuerdo): qué significa el "sed libera nos a malo".
Natalio
Pd: Tanta cita de Castellani obedece a que necesitaba un autor que no pudiera ser tratado como ucatomista por Wanderer y, por tanto, descalificado de plano (si es que citarlo requiere alguna justificación).
Me limité a hacer un comentario en el blog relacionado con una pequeña introducción hecha por Wanderer sobre el concepto tradicional de mal que intuía despreciado por él ("es verdad, es muy bueno pero la verdad no sirve para un comino"). Wanderer me contestó desde la ortodoxia y la literatura y yo le responderé (también en su blog) con una nueva cita y no mucho más.
Ahora bien, contestando y no a Wanderer y contestando y no al Athonita aprovecho la ocasión para adentrarme en un tema que siempre me a gustado y, desde otra óptica, considero fundamental.
El mal (dicen tantos que para qué citar) consiste en la privación, ausencia, carencia o como quieran llamarlo (dentro de lo que se dirá respecto de la naturaleza) de bien, ser o como quieran llamarlo.
Ocurre que, siguiendo la doctrina tradicional de los universales, el Ente, lo Bueno, lo Bello, etc son convertibles entre sí. En tanto algo es ente (y en esa medida) es también bueno, bello etc. El mal es ausencia o privación del ente y, en la misma medida, malo y feo. Por eso el mal nos repugna tanto (en el caso que motivó el post), porque no sólo lo vemos malo sino también vacío y feo. El pecado es feo además de malo.
¿Y cuál es el criterio para saber que a algo le falta algo? La Naturaleza o entelequia (responden a coro Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Menvielle, Castellani y Bilardo). Lo bueno es lo perfecto, es decir, lo que no defecciona por exceso ni por defecto y, en la misma medida es amable. Lo malo es lo que defecciona (Castellani dice, muy ocurrentemente, que por eso el mal no tiene causa "eficiente" sino que tiene causa "deficiente"), le sobra o le falta algo (en definitiva siempre le falta) y, por ello mismo, nos produce rechazo.
¿Qué opina hasta aquí Wanderer? No tengo la menor idea pero lo imagino con su whiskey diciendo: es la doctrina tradicional.
Pero es en las consecuencias donde aparecen las divergencias y se muestra que, en definitiva, no está tan claro que estemos hablando de lo mismo. Es lo que vamos a ver.
Pero antes una aclaración. Hay que distinguir el mal llamado generalmente físico (del cual el dolor y el sufrimiento son manifestaciones) del mal moral. El Athonita los une por su causa última (el pecado original) pero creo que, por sus causas próximas, por sus consecuencias y por los remedios, merecen ser diferenciados.
En cuanto uno le da algún tipo de entidad (que no es lo mismo que existencia que indudablemente la tiene) al mal ("el mal está vivo", "presencia activa", "presencia operante") requiere ubicarlo en algún lugar, más aún, por diversas cuestiones (que van desde lo semántico a lo histórico) se tiende a personalizarlo. En cuanto lo tengo ubicado puedo luchar contra él pero, evidentemente, hay que buscarlo fuera. Una vez que lo encuentro y lo agarro la cuestión es más sencilla: lo quemo, lo ahorco o lo azoto. Mauro Schechtel mató y violó, ergo, pena de muerte para Mauro se pide desde el teclado sin saber cómo, cuándo, dónde, etc.
No tengo problemas con la legitimidad de la pena de muerte (otro día hablaremos del punto) pero no creo que se trate de eso. Cuando uno mira delinquir a otro y piensa que uno jamás podría cometer semejante delito, no se llama cristiano (cita de memoria de Castellani que cita de memoria un sermón San Agustín). Cuando el mal cobra entidad se termina atacando al pecador y no al pecado, pero, lo más terrible es que al atacar al pecador dejo de atacar al pecado, a mi pecado. La Vida y la muerte combaten ¿dónde? en tu alma.
¿Pero no hay que combatir al demonio al mundo y a la carne? Sí, sin dudas. ¿Y no son ellos el mal? No, sólo en un sentido metafórico podemos decir que son el mal. El que hace o conduce al mal no es el mal. El mal lo tenemos o lo hacemos nosotros. Por eso cuando rezamos el Agnus Dei no decimos: Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo - Destrúyelos Señor, sino que decimos, implorando, ten piedad de nosotros.
Bueno pero ¿cómo hacemos entonces para combatir el mal? Si el mal es privación de la naturaleza el bien se hace (y el mal se combate) restituyendo el orden natural que permite a cada individuo alcanzar su propia naturaleza o perfección.
Un dato evangélico en este sentido. En la parábola del hijo pródigo lo que mueve al arrepentimiento es la comprobación del mal en cuanto privación de lo que le correspondía por naturaleza. Primero dice que él pasa hambre mientras los jornaleros de su padre tienen pan en abundancia y luego "iré a mi padre y le diré".
Las cuestiones dan para muchos aspecto y comentarios más pero se ha hecho tarde y largo. Otro día se puede charlar de los ribetes internacionales del asunto, de la injusticia (como término análogo) y de otras muchas cosas.
Y, también en otra ocasión, podremos tratar un punto donde quizás converjan dos modos de decir lo mismo (y, en definitiva, no estuviéramos en desacuerdo): qué significa el "sed libera nos a malo".
Natalio
Pd: Tanta cita de Castellani obedece a que necesitaba un autor que no pudiera ser tratado como ucatomista por Wanderer y, por tanto, descalificado de plano (si es que citarlo requiere alguna justificación).
5 comentarios:
El Sr. Wanderer, de la nada, hizo un blog que, en los estratos culturales altos de nuestro país, no puede ser soslayado. Eso ya es un mérito. También es un mérito el que nos devuelva tópicos que descansaban abarrotados en zaquizamíes estrechos. También, el hecho de que sea libreprensante en el buen sentido. También, el que ame las letras y las filosofías.
Creo que su blog hoy es aburrido, porque no se decide a ser profundo o ser superficial. Olvida que es muy importante dedicar tiempo a la preparación de la disposición del lector.
El blog de Usted, Natalio, por ahora parece interesante porque es una sucesión de temas diferentes. Pero es algo muy difícil de mantener y su juventud no creo que lo pueda hacer. Este tipo de blogs termina en unos cuantos títulos, en dos o tres planteos interesantes, en varios amagues sin centro al área y en la esterilidad de la falta de actualización.
Suyo,
R. D. D. V.
No tiramos centro al área porque, como la selección, jugamos con los enanitos fantásticos adelante.
El nuestro es el juego creativo por abajo.
Gracias por el comentario.
Natalio
Entiendo que el problema del mal está mal encarado. No sólo en usted, sino también en algunos pensadores agustinianos y tomistas. Lo primero y más importante es distinguir, para saber a qué nos referimos. La distinción: mal moral y mal físico me parece muy procedente, pero no abarca todo el problema. Si creemos que todo el mal se reduce a esos dos estamos perdidos. Ud. me dirá: dentro de mal físico incluyo a todos los males que no proceden de conductas del hombre. Le diría: -entonces para qué clasifica.
En mi opinión, el tema del mal debe ser visto desde el lugar del equilibrio o la armonía del orden creado. En otras palabras, el mal (todo mal) es la consecuencia y reparación de la ruptura con la Ley Eterna. A partir de ahí hay mucho para distinguir, aclarar e -incluso- investigar. Una vez establecidos varios axiomas necesarios a partir del primero podremos llegar a ver si hablamos de privación, ausencia, o qué.
Por eso, lo que dice ese comentador respecto a que no explican nada las definiciones tradicionales es cierto si las tomamos en su significado primero y lineal. Si esas definiciones son explicadas por un análisis previo y exhaustivo, son definiciones que servirían...
Saludos cordiales,
Hawtorne
Estimado Natalio, no estoy de acuerdo con su referencia a la pena de muerte. Me parece muy pobre de su parte hacer una referencia tan mínima y superficial a un tema tan importante (dando a entender, encima, su aprobación).
Sole
Esimado Hawtorne: la distinción entre mal físico y mal moral no es de agustinianos y tomistas sino que es, practicamente, universal. Si le parece inconveniente y propone una mejor, será interesante. Como bien dice, estos temas merecen más investigación y profundidad.
En cuanto a que el mal es ruptura con el orden creado es lo mismo, desde otra perspectiva, que hablar de defección en la naturaleza.
Estimada Soledad: En cuanto tenga tiempo le dedicaré un post al tema. De todos modos, creo que es un problema que tiene tantas respuestas como planteos. En términos muy generales, la considero legítima pero inaplicable hoy en ninguna parte del mundo (en lo que conozco). Entre esas dos cuestiones aparecen puntos intermedios que pueden también ser considerados.
Gracias a ambos por sus comentarios.
Natalio
Publicar un comentario