Conversando sobre la Duda, Mary trajo un asunto que siempre me resultó delicado: es el de la suspensión ética de la que habla Kierkegaard en Temor y Temblor.
En algún momento lo estudié en filosofía, luego me apareció en el libro de Castellani, cada tanto en una y otra lectura y, por último (paradójicamente), lo encontré en el libro.
Sé que se podría armar todo un club de fans del Danés entre los amigos del blog y que, de algún modo, al cuestionarlo me estaré convirtiendo en blanco de críticas y cuestionamientos.
No obstante, y ya que apareció en las conversaciones del sótano (y me parece que viene muy a cuento de lo que se charlaba), me voy a animar a arrojar mi piedrita. Y para que se pueda apreciar lo ínfimo de la piedra debo comenzar aclarando que es poco (en especial con relación a semejante obra) lo que he leído de él (estoy en estos tiempos leyendo todo lo que cae en mis manos…).
Para quien no conozca el planteo los remito al comentario de Mary y se lo podemos reducir más o menos así:
Al llegar al plano religioso se produce una “suspensión de la ética”, donde sus reglas o normas dejan de tener la misma relevancia o aplicación.
Kierkegaard toma el ejemplo de Abrahám:
Desde el punto de vista ético Abrahám actúa mal para con él mismo, para con Isaac y para con Sara. Desde el punto de vista Ético él es más que un asesino, es un perverso en su peor expresión que mata (quiere o "está dispuesto a"), no sólo a su hijo, su único hijo, sino que mata el cumplimiento de la promesa divina.
Desde el punto de vista religioso Abrahám se arrojó en la obediencia divina sin guardarse absolutamente nada. Por eso es el modelo perfecto del hombre religioso, del hombre santo.
La pregunta que surge es ¿es posible que exista una "suspensión de la ética"?
Y esto puede implicar o bien que se considera que la ética "llega tan sólo hasta cierto punto" pasado el cual "ya no rige" o bien que se le asigna a la palabra "ética" un uso distinto y una significación diferente a la asignada por la tradición católica (desde las rocas "paganas" como Sócrates, Platón, Aristóteles hasta las perlas "católicas" como San Agustín y Santoto).
Porque si de verdad considero que existe una suspensión ética en el plano religioso "el salto a la Fe" del Danés se convierte en un salto al nominalismo voluntarista. Es decir, matar está mal porque Dios dice que matar está mal. Si Dios dijera que matar está bien entonces matar estaría bien. El bien y el mal dependen "directamente" de lo que Dios diga que es bueno o malo.
Todo esto destruye la noción de naturaleza y, consiguientemente, de ley natural, derecho natural, orden natural, etc. No hay conexión alguna entre el individuo y sus actos y la naturaleza y su orden.
Llegados a este punto se imponen dos aclaraciones:
Una es la casi-imposible concreción absoluta del juicio moral sobre la conducta individual y concreta. Es decir, la certeza que se obtiene del principio moral (grabado en nuestros corazones) se torna dialécticamente problemática en el caso concreto. El mandamiento no es "no matar" en abstracto sino no matar injustamente. Matar en legítima defensa no está mal, ergo matar no siempre está mal.... Esto hace que no existan dos pecados iguales: si yo robo el mismo paquete de arroz que mi vecino ambos cometemos pecados distintos.
Y eso nos lleva a un segundo punto donde podemos encontrar algo que nos lleve a una explicación "tradicional" de la "suspensión ética". Lo que sí podría ocurrir (y aún esto habría que limarlo con muchísimo cuidado) es una suspensión del "conocimiento ético" por parte de quien obra. Lo cual no implica que el acto éticamente malo deje de ser malo sino que siendo bueno el individuo no lo reconoce como bueno y "pega el salto" aferrado a la confianza en Dios que le dice que es bueno.
Pero en este último caso no me parece que se pueda hablar de una suspensión ética porque, sencillamente, no la hay. En todo caso puede existir una suspensión del "conocimiento ético".
Y justamente pensaba esto a partir del ejemplo práctico que trae Mary sobre la monja de la película. Bien podría considerar ella que su mentira, su juicio infundado, sus actos difamatorios, etc. no fueran malos porque hay una "suspensión ética" fundada en un mandato divino. Y tan así podría ser visto que su misma angustia del final puede ser vista como la angustia humana ante el salto irreflexivo hacia Dios. ¿O alguien puede dudar de lo angustiosa que debe haber sido la duda de Abrahám?
En algún momento lo estudié en filosofía, luego me apareció en el libro de Castellani, cada tanto en una y otra lectura y, por último (paradójicamente), lo encontré en el libro.
Sé que se podría armar todo un club de fans del Danés entre los amigos del blog y que, de algún modo, al cuestionarlo me estaré convirtiendo en blanco de críticas y cuestionamientos.
No obstante, y ya que apareció en las conversaciones del sótano (y me parece que viene muy a cuento de lo que se charlaba), me voy a animar a arrojar mi piedrita. Y para que se pueda apreciar lo ínfimo de la piedra debo comenzar aclarando que es poco (en especial con relación a semejante obra) lo que he leído de él (estoy en estos tiempos leyendo todo lo que cae en mis manos…).
Para quien no conozca el planteo los remito al comentario de Mary y se lo podemos reducir más o menos así:
Al llegar al plano religioso se produce una “suspensión de la ética”, donde sus reglas o normas dejan de tener la misma relevancia o aplicación.
Kierkegaard toma el ejemplo de Abrahám:
Desde el punto de vista ético Abrahám actúa mal para con él mismo, para con Isaac y para con Sara. Desde el punto de vista Ético él es más que un asesino, es un perverso en su peor expresión que mata (quiere o "está dispuesto a"), no sólo a su hijo, su único hijo, sino que mata el cumplimiento de la promesa divina.
Desde el punto de vista religioso Abrahám se arrojó en la obediencia divina sin guardarse absolutamente nada. Por eso es el modelo perfecto del hombre religioso, del hombre santo.
La pregunta que surge es ¿es posible que exista una "suspensión de la ética"?
Y esto puede implicar o bien que se considera que la ética "llega tan sólo hasta cierto punto" pasado el cual "ya no rige" o bien que se le asigna a la palabra "ética" un uso distinto y una significación diferente a la asignada por la tradición católica (desde las rocas "paganas" como Sócrates, Platón, Aristóteles hasta las perlas "católicas" como San Agustín y Santoto).
Porque si de verdad considero que existe una suspensión ética en el plano religioso "el salto a la Fe" del Danés se convierte en un salto al nominalismo voluntarista. Es decir, matar está mal porque Dios dice que matar está mal. Si Dios dijera que matar está bien entonces matar estaría bien. El bien y el mal dependen "directamente" de lo que Dios diga que es bueno o malo.
Todo esto destruye la noción de naturaleza y, consiguientemente, de ley natural, derecho natural, orden natural, etc. No hay conexión alguna entre el individuo y sus actos y la naturaleza y su orden.
Llegados a este punto se imponen dos aclaraciones:
Una es la casi-imposible concreción absoluta del juicio moral sobre la conducta individual y concreta. Es decir, la certeza que se obtiene del principio moral (grabado en nuestros corazones) se torna dialécticamente problemática en el caso concreto. El mandamiento no es "no matar" en abstracto sino no matar injustamente. Matar en legítima defensa no está mal, ergo matar no siempre está mal.... Esto hace que no existan dos pecados iguales: si yo robo el mismo paquete de arroz que mi vecino ambos cometemos pecados distintos.
Y eso nos lleva a un segundo punto donde podemos encontrar algo que nos lleve a una explicación "tradicional" de la "suspensión ética". Lo que sí podría ocurrir (y aún esto habría que limarlo con muchísimo cuidado) es una suspensión del "conocimiento ético" por parte de quien obra. Lo cual no implica que el acto éticamente malo deje de ser malo sino que siendo bueno el individuo no lo reconoce como bueno y "pega el salto" aferrado a la confianza en Dios que le dice que es bueno.
Pero en este último caso no me parece que se pueda hablar de una suspensión ética porque, sencillamente, no la hay. En todo caso puede existir una suspensión del "conocimiento ético".
Y justamente pensaba esto a partir del ejemplo práctico que trae Mary sobre la monja de la película. Bien podría considerar ella que su mentira, su juicio infundado, sus actos difamatorios, etc. no fueran malos porque hay una "suspensión ética" fundada en un mandato divino. Y tan así podría ser visto que su misma angustia del final puede ser vista como la angustia humana ante el salto irreflexivo hacia Dios. ¿O alguien puede dudar de lo angustiosa que debe haber sido la duda de Abrahám?
Como dice Milkus, siempre dejo los temas abiertos.....
Natalio
30 comentarios:
Estimado Natalio: Es todo un tema que se las trae.
No recuerdo bien el texto de Kierkegaard, así que sólo me basaré en su exposición.
En primer lugar, recordemos que, como Vd. bien dice, el mandamiento es no matar injustamente. Ahora bien, el sacrificio a los dioses era de justicia. Lo que el Dios de Israel demuestra es que él no es un Dios que requiera de sacrificios humanos. Los pueblos de la antiguedad institiva o tradicionalmente entendían el ingreso del mal en el mundo por la vía de un pecado original cometido por los hombres. Ese pecado era tan grave que ningún sacrificio era suficiente para apagar la ira de los dioses, de ahí que los pueblos "más avanzados" sacrificaran aquello que veían como más puro, vírgenes, niños, etc. Desde el punto de vista de la antropología, René Girard ha explicado el fenómeno de la violencia mimética contra un chivo expiatorio para trar equilibrio al cosmos. Por muy terrible que nos parezca esto en nuestra sensibilidad moderna postcristiana (y esto da para todo un "post"), estos pueblos paganos no estaban demasiado lejos, y es así que el Dios de Israel entrega a su propio Hijo como víctima propiciatoria. Sólo el único Hijo de Dios puede traer equilibrio al cosmos.
Abraham, obedeciendo el mandato divino y sacrificando a su propio hijo, estaba (creía él) realizando un acto de justicia retributivo... enorme (prefigurativo del Sacrificio de Cristo), y que quizá restituyera la paz al mundo. Pero, no. Dios no lo quiso. Sólo el sacrificio en la Cruz del Dios-con-nosotros pudo/puede salvarnos; ni las palomas, ni los bueyes, ni las vírgenes, ni los niños, ni el propio hijo único de Abraham el más fiel de los hombres...
No creo pues posible admitir una doble verdad (no sé realmente si ésta era la postura kirkegordiana), una "natural" y otra "divina", que puedan ser contradictorias en algún punto. Santo Tomás se mandó un tomazo sobre el asunto.
Ludovicus dijo,
Matar está mal porque sólo Dios es dueño de la vida humana.
Dios puede "matar" u ordenar matar cuando y cómo se le dé la gana. Aquí no hay problema ético.
El problema de Abraham, pienso, es determinar si Dios quería o no la muerte de Isaac, porque no recibió una escritura firmada por Dios, sino que recibió la orden por medio de la fe, "ex auditu", sin prueba palpable y fehaciente, como nos pasa a todos.
La fe no suprime la duda: ¿me estaré sugestionando? ¿Sera Dios el que me lo ordena? ¿Puede Dios ordenarme algo así? ¿Existe Dios? ¿Realmente creo que existe Dios? etcetera...
Aquí creo que está la Crux del tormento de Abraham.
PS: Lo nominé hoy, Natalio, en Espada de Doble Filo. A ver si hacemos buen papel.
Interesantísimo, por cierto. Esperamos se abulten los comentarios.
Gracias Coronel por la visita y su inteligente comentario. De hecho, ingresa ud. en el telón de fondo que yo ni quise arrimar... es enorme.
Pero es verdad que da para un post que hace mucho quiero afrontar y es a raíz de una tradición talmúdica que relata el primer sacrificio que quiere ofrecer Adán.
Respetos propiciatorios.
Natalio
Estimado Ludovicus:
En primer lugar gracias por su nominación (ya le había agradecido sin saberlo en el post donde cuento lo de la nominación en los Pases cortos).
Pero en especial gracias por el comentario con el cual me nominó. Es en verdad la finalidad del blog el hablar "de todo" y "con todos" sin por ello quitar de su trono a la Verdad. Es una verdadera alegría el que se capte el sentido y la finalidad del blog.
Sobre el tema, estoy de acuerdo que Dios puede matar o mandar a matar cuando se le da la gana pero no podrá hacer justa una muerte injusta porque eso sería negar su propia creación (el eje de la discusión entre Santoto y el nominalismo). Por ende si Dios lo ordena es porque es justa y siempre fue justa.
Respetos justificados.
Natalio
Gracias Juan, como siempres
yo lo nominé a ud.
Estimado Natalio: Mándese la entrada, nomás. Debe ser algo interesante y, seguramente, enriquecedor.
Con su permiso, quería agregar algo a mi comentario anterior. Justamente el sacrificio de la Cruz es tan impresionante... fue tan conceptualmente impresionante para el mundo antiguo, que el carácter sacrificial de la Santa Misa no puede ni debe quedar opacado por sus caracteres festivos, comunitarios, etc. Nos hemos acostumbrado tanto que quizá no llegamos a percibir lo que representó el sacrificio de la Cruz. Y, es aquí, donde el recuerdo de Abraham, y lo mucho que nos mueve (repugna, impresiona, etc.) lo que estuvo a punto de hacer por obediencia a Dios, debe volvernos los ojos hacia ese otro Padre que entregó a su Hijo para la salvación del mundo. Es por eso, entre otras razones, que la Misa debe actualizar el sacrificio, no sólo como "idea" o algo teórico, sino visible y sensiblemente haciendo de ella algo decoroso, pío y devoto. La banalización de la Misa es, de alguna forma, la banalización de la terrible realidad de la pasión y muerte de Nuestro Señor y Salvador.
Suyo,
Querido Natalio:
Pido disculpas por la demora en comentar, pero la pedagogía me está teniendo de rehén al menos hasta la semana que viene (Dios sea Loado).
Un errorcito, si no te molesta Natalio: hablas del hijo de la promesa en el plano ético pero ese aspecto está en el plano religioso, en el plano ético es solamente su único hijo.
A ver vayamos por partes en esta Cuestión:
Primero, lo que Kierkegaard plantea es una suspensión de la ética formal del deber, la Kantiana. Su suspensión de la ética no se hubiese dado si hubiera vivido en el medioevo, porque hubiera entendido que en el orden de la justicia se le debe todo a Dios incluso su propio hijo. De lo que se concluye que no se está siendo voluntarista sino siguiendo la escala de Bienes debidamente. Dios está primero en la Justicia. Como ya expresaron el Coronel y Ludovicus.
Segundo, Kierkegaard no plantea dos verdades a lo Averroes, sino una paradoja donde las dos verdades que se contradicen tienen el mismo peso y por eso desgarra al alma y a la razón que sólo les queda aceptarlas por fe. Piense que nuestro Danés se está enfrentando al sistema perfecto de Hegel donde todo cuadra, donde la ética es perfecta y es la ética de todos y es perfectamente entendible. Por eso busca romper ese sistema perfecto, hay un caso especial en el que el "todo no se aplica" y este es el caso de Abraham, quien para el sistema es un asesino: “La conducta de Abraham desde el punto de vista ético se expresa diciendo sin rodeos, que quiso matar a su hijo; y desde el punto de vista religioso que quiso sacrificarlo. En esta contradicción estriba justamente la angustia, la tremenda angustia que es capaz de hacer perder el sueño a un hombre y sin la cual Abraham nunca sería lo que es.” Ven si Kierkegaard hubiera vivido en la Edad Media no hubiera tenido este problema hubiera entendido que la ética abarca la religión en un orden armónico, pero el vivió en un mundo (muy parecido al nuestro) donde la religión es un mito separado de la vida cotidiana y de la ética cotidiana, donde hasta dejar a la amada por el reino de Dios es una locura (no se olviden que Temor y Temblor se lo escribe a Regina), que no cuadra dentro de los cánones de la ética de todos; entonces al no poder encontrar algo que armonice, la suspende.
Pero no porque da permiso para hacer lo que se quiera, sino porque así da permiso a saltar y a jugarse, porque para Kirk la fe nace en la prueba, en la angustia surgida de la paradoja, en el reto que enfrenta la razón frente al absurdo, y en el caso que Kierk va a decir que nace en la prueba que provoca el escándalo de la Cruz, por ello cita tanto la frase de San Pablo “locura para los paganos, escándalo para los judíos” Pensemos en cuantas cosas hoy en día son así, empezando por la castidad y la virginidad hasta hacer caso a los padres o poner límites a los hijos.
En fin unos pequeños pensamientos, luego de este recreo vuelvo a mi celda de confinamiento pedagógico.
Saludos cordiales,
Mary
Estimada Mary: Sus pensamientos de pequeños no tienen nada. Genial su comentario y muy didáctico. ¡Muchas gracias! A sus órdenes.
Gracias Mary por el aporte!!!
El asunto está, creo, en más allá de comprender el tiempo y las circunstancias de kirk, en saber si existe o no esa ruptura. Es decir, si lo que dice Kirk es verdad, está bien dicho, etc. sea en la edad media, en tiempos de Hegel u hoy.
Es decir, si existe o no esa ruptura entre el plano ético y el religioso. Porque justamente pasa por allí la cuestión.
Porque, a diferencia del planteo remarcado, no hay, ni puede haber obligaciones de justicia para con Dios (ni para con la Patria ni para con los padres). Justamente no se trata de justicia sino de "latría" porque no existe verdadera "alteridad" y porque no podría haber nunca retribución equiparable.
Y al encontrar que es un poblema relativo al deber de "latría" que anda a caballo del primero y del cuarto mandamientos y entre la justicia y el amor de Dios es que encontramos que resulta torpe una distinción entre un plano ético y uno religioso.
Porque la separación, conduce (a mi modo de ver, y ahí está el planteo de fondo del post) a una separación entre el individuo y la especie, el hombre y la naturaleza, Dios y la naturaleza, etc.
En fin, otra perspectiva.
Respetos éticos.
Natalio
Ludovicus dijo,
Insisto, valorando el aporte de la no tan Pequeña Mary, en que el problema fundamental no es la colisión entre un mandato de Dios y la norma ética.
El Angel de Egipto no tuvo ningún conflicto ético. Dios es el Señor de la Vida, te manda quitarla, punto.
El problema es de "fe". La de Abraham. Dios le manifesto su Voluntad por medio de la fe, no le habló por un celular.
Ahí reside el conflicto: conocimiento ético vs. conocimiento por la fe. Etica vs. religión. La ética no existe saltos, basta con la aplicación de la norma sinderética. La religión exige creer, que es una mezcla de ver y no ver, de tener y de arriesgar, de luz y de sombra. Para peor, el resultado se va a ver y vaya si se va a ver (Isaac degollado).
Santa Teresita puede dar testimonio de esto, sobre todo en sus últimos meses de vida.
Cordialmente.
errata, "la ética no EXIGE saltos"
Estimado Natalio: No estoy seguro si comprendo su último comentario, pero insisto en que hay una cuestión de justicia retributiva. No olvidemos que Santo Tomás pone la religión bajo el tratado de la justicia; existe un deber de religión, un débito (no en sentido contable) por el lado de todo hombre en virtud del pecado original. El "problema" es que el único que pueda saldar la deuda completamente es Cristo. Ni siquiera el sacrificio de Abraham era suficiente.
Estimado Ludovicus: comparto su comentario y es en función de ello que considero que no es bueno o claro hablar de una suspensión ética sino que se está hablando, casi a nivel fenomenológico, de un asunto antropológico o espiritual.
En cualquier caso insisto también yo en que Dios, siendo el dueño de la Vida y de la muerte, no ordenaría una muerte injusta (que no es sólo injusta porque Dios así lo considere) en términos de "orden natural" o "ley natural" porque lo contrario implicaría una contradicción imposible en Dios.
Respetos insistentes.
Natalio
Estimado Coronel:
Claro que hay retribución! pero no hay, propiamente, justicia enseña el mismo Santoto. Porque, justamente, nunca podría haber perfecta retribución del hombre a Dios (o a la Patria o a los padres). Y por ello es que insisto en que carece sentido la diferencia entre el ámbito religioso y el ético en este tema donde, como el mismo Santoto lo hace en su tratado, se incluyen.
Por eso creo que falla la separación (sin quitar el sentimiento interno y terrible de Abrahám en lo que acuerdo con Ludovicus y Mary).
REspetos retributivos.
Natalio
Ludovicus dijo,
Natalio, ninguna muerte que Dios ordene puede ser injusta, no porque Dios lo ordene, sino porque Dios es el que decide cuándo se acaba la vida como dueño ontológico de la misma.
Que lo haga directamente o a través de un instrumento libre es lo mismo, no constituye en "injusta" esa muerte.
El AT está lleno de órdenes de exterminio de vidas por parte de Yaveh, que no son injustas, precisamente porque Dios es dueño de la vida humana (prescindo de interpretaciones progres sobre el tema).
Y no se puede hablar de "injusticia" frente a un Dios que te quita la vida, precisamente porque no hay razón de débito de la vida ni de la existencia por parte de la creatura. Dios no nos debe ni el segundo siguiente.
Natalio:
Hice la aclaración de la situación de Kierk porque su planteo de suspensión de la ética no tiene sentido en el paradigma realista, la ética no se suspende sino que se complementa con la religión y el culto debido a Dios como dice Santo Tomás (me disculpo por lo de Paradigma). Tiene sentido en tanto y en cuanto yo me encuentre en un mundo tan masificante que necesite :"Una separación entre el individuo y la especie, el hombre y la naturaleza, Dios y la naturaleza" Es la forma en que Kirk arremete contra el idealismo a través del individuo. En el cristianismo (que Kirk buscaba) que todos profesamos no hay un conflicto, porque Dios nos busca a todos pero a cada uno en particular ya que es un Dios personal. El problema se da cuando no existe la posibilidad de ese llamado personal porque sí o sí tenemos que ser parte del todo, pensemos en el caso de Juana de Arco, que no se aplica al todo y constituía una excepción al lugar donde las mujeres debían estar, ¿Estaba fallando éticamente a su vocación de mujer o estaba respondiendo religiosamente a Dios?
¿Era ella como las demás mujeres? Para la inquisición (la etica del sistema) sí, para Dios no era una Santa. Esas son las preguntas que se haría Kirk.
Sin querer Natalio le pegaste en la clave de interpretación de Kirk. La separación del Individuo del Todo(Espíritu Absoluto).
Por eso en verdad como siguen sosteniendo el Coronel y Ludovicus no se da la suspensión sino la complementación como el caso de la Justicia y la Misericordia.
En fin vuelvo a mi confinamiento, (14 tp pa corregir en un finde...).
Un saludo a todos
Mary (no tan pequeña?)
P.S.: Gracias Ludovicus y Coronel.
Sin entrar de frente al tema danés, aporto tan sólo para abrir un poco más la cancha:
Dios no se complace, no quiere, no elige la muerte de nadie (Ez 33,11).
La de nadie. Y la de nunca.
Y pastear aquí la chorrera de citas bíblicas que afirman lo diametralmente opuesto a esto, no sirve si no hay voluntad de teologar un poco desde la letra hacia el pneuma. Y con lubricada analogía fidei.
La muerte es la expresión más rotunda y extrema de lo no-divino, de lo anti-divino.
Dios es Vida. Cristo es in persona la Vida. Es la Vida hipostaseada.
Por eso —glosa san Cipriano— llora con tanta conmoción ante la tumba de Lázaro. Por eso no hay mucha más soteriología que el “mors et vita duello”.
Como dirá san Pablo (Rm 5,12), es por el pecado que entró la muerte en le mundo. Y no es que esté hablando de la muerte segunda, por cierto.
Por eso, Dios no pone ni propone la muerte. Menos que menos: mata. Nada malo viene de Él. Todo el mal que ocurre —y Él permite, claro está... u oscuro está,,, pero está— son efectos colaterales del pecado. Pertenecen a la lógica misma y autónoma del pecado y sus consecuencias.
Me parece que no hay tertium en esto.
Hasta el mismísimo infierno no tiene otra consistencia que esta privatio boni.
Dirá Ratzinger: “Dios no nos hace el mal; ello iría contra la esencia de Dios, que no quiere el mal. Pero la consecuencia interior del pecado implica que sentiré las consecuencias inherentes al mal mismo. No es Dios quien nos impone algún mal ni tan siquiera para curarnos, sino que Dios me deja, por así decirlo, librado a la lógica de mi acción y, dejado a esta lógica de mi acción, soy ya castigado por la esencia misma de mi mal. En mi mal está implicado también el castigo mismo; no viene del corazón (de Dios); viene de la lógica de mi acción, y así puedo entender que he estado en oposición con mi verdad, y estando en oposición con mi verdad estoy en oposición con Dios, y debo ver que la oposición con Dios es siempre autodestructiva, no porque Dios me destruya, sino porque el pecado destruye.” (Entrevista a Radio Vaticana, 2001).
Dios no nos hace el mal. Ni siquiera con correctivo ánimo de sacar de ello un bien. Sólo el mal hace el mal. El infierno está cerrado con llave... pero del lado de adentro, como dicen los rusos.
Cuando Agustín comenta Ezequiel 14, por ejemplo (donde se espejan y multiplican con tanta profusión esos verbos terribles en Boca de Dios: si un país peca contra Mí cometiendo delito, extenderé mi Mano contra él... le mandaré catástrofes mil, le extirparé todo favor, lo devastaré, le mandaré la espada, la peste, el hambre, las fieras... derramaré cual fuego mi cólera) explica cómo al hablarse del colérico Dios que castiga no se está sino mostrando al inmutable Dios de Bondad, por el revés de la trama.
Es un error frecuente que, tras eximirlo a Dios de los males que sufre el hombre por el hombre-lupus mismo, dejarlo pegado a los terremotos de la India, la sequía de Uganda, la diálisis infantil y hasta la muerte cruel y desalmada de un niño con leucemia. Dios es el autor y dueño de la estabilidad geológica, de las lluvias, de los riñones y de la vida. Pero no maniobra con estos dones dándolos y quitándolos: sólo los da. Y no me salgan con Job...
La “quitada” no es acción Suya, sino corrimiento por parte del misterio de iniquidad... misterio al fin.
Si el salmo (79 si no yerro) insiste en que nos deshacemos ante el furor de su mirada, no es por efecto de este mirar divino, sino por defecto de nuestra inconsistencia... producto del pecado.
Creer que Dios nos castiga, que nos manda pestes y enemigos y que incluso nos quita la vida (o peor: que se la quita a nuestros hijos) es como decir que el sol “sale” o “se pone” sobre el horizonte.
Y no: no se ha movido el sol sino la tierra.
Como no se mueve el favor divino sino el mysterium iniquitatis...
Y no obstante no digo mal, no miento, no equivoco cuando constato, contemplo y digo sin vueltas: acaba de salir el sol. Como no yerra la Escritura cuando dice todo lo que “atribuye” a la acción divina. Es tan sólo —como dice el de Hipona— el revés de la trama.
El verum et bonum convertuntur es participación de la indisociable Veritas et Bonitas Dei. La potestad divina sobre su obra es siempre “potest esse”.
Por eso (coincidiendo con Natalio) no hay salto... más que cognitivo.
Entiendo bien el punto de Ludovicus. (Y hoy en día parece oportuno esgrimirlo). Pero en ámbitos más sanos, como el de este living, a mí al menos me resulta más cristalino decir que matar está mal no porque Dios sea el único dueño de la vida sino que matar está mal porque no hay más que vida. Y donde no hay vida no hay nada. Y donde hay nada, hay mal: está (el)mal.
Como que está mal mentir no porque sólo Dios sea dueño de la verdad, sino que está mal alejarse de la verdad porque fuera de la verdad no hay nada, más que vacío y ausencia, no-ser. Y eso “es” (sin ser) lo malo.
Y digo más: Dios no puede matar. Y no porque sea “tan” bueno que no lo haga.
Dios es absolutamente impotente para matar.
Tan impotente como para dibujar un triángulo cuadrado.
Dios no puede matar porque la muerte no es. Es el no ser.
Y donde está Dios, hay vida.
Claro está: qué acentuar depende sin duda de ante quién estemos exponiendo. Si es ante el vitalismo del Tucho Fernández o es ante Guillermo de Ockham. Por eso creo no estar diciendo nada distinto a Ludovicus... tan sólo habilitando más carriles.
ath.-
Gracias Athonita por su claridad de Magister..!!
Me gustaría que aclarase un poco más ese mostrar el revés de la trama cuando se dice que Dios castiga.
Cordialmente.
Odysseus.
Ludovicus dijo,
Athonita, este humilde kinesiólogo no termina de convencerse con su análisis. En todo caso, la apófasis va por doble vía.
Por un lado (y discúlpeme, no voy a abusar de las citas) porque no se cae un cabello de la cabeza sin que el Padre lo permita. Por el otro, porque la muerte física no es un mal, considerándolo absolutamente, y forma parte del orden del universo, que requiere, como establece el Aquinate, la corrupción de las partes para la integridad del todo.
Y es Dios, ciertamente,en el pathos clasico de cualquier religión, quien da la vida al hombre y quien la quita, trocándola en Vida, bíos en Zoe. En todo caso, se trata de devolvérsela con arte, arte que santa Teresita tenía miedo de no dominar.
Es cierto que es cuestión de ópticas, pero no estoy convencido de que decir que Dios castiga o quita la vida es más decir que el sol sale, que decir que nos castigamos a nosotros mismos o que nosotros nos damos la muerte como salario del pecado. Si es mito lo de las Parcas, es mito también este hombre plástico al cual Dios mira con aprensión, negándose a intervenir. Si Voltaire se equivocó con su poesía al terremoto de Lisboa, no se equivocó en lo de a atribuirlo a la Providencia.
La parafernalia teológica propia del pathos moderno ("Dios no castiga" "Dios no quiere la muerte" "Nosotros nos vamos al Infierno") es tan antropocéntrica como la veterotestamentaria, si vamos al caso.
Me recuerda a mi pequeña hija, escandalizada porque en la película Moisés de Spielberg la zarza ardiente estallaba en ira: "No es Dios, Papá, son judíos" - "¿Por qué no es Dios" - "Porque Dios no se enoja" - "¿Y qué hace Dios cuando el hombre se porta mal?" - "Se deprime".
Toto corde
La “hermana muerte”... qué tema.
Temo alejarme del tema del post, aunque no tanto... amén de que noviembre es mes de los novísimos...
Sigo creyendo que no disiento con Ludovicus, y que dando con algunos católicos conectores, lo suyo y lo mío admiten el et-et y no el aut-aut: es que me ha gustado su última verba y no estoy dispuesto ni a botarla ni a retractar la mía. Let’s see...
Digamos con énfasis como vehemente acorde inicial que “no fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Él todo lo creó para que subsistiera” (Sab 1,13).
Lo que pasó —y no termina de pasar... aunque pasará— es que “por el pecado, entró la muerte en el mundo” (Rom 5,12).
Este paulino “per peccatum mors” es —a mi paladar— lo que me aleja y enemista e impide —bajo el ropaje que fuere— entablar amistad con ella, la muerte. No es amiga de Dios. Dios no sólo no quiere la muerte de sus amigos, sino que no quiere ser amigo de la muerte.
Y eso me basta para hacerla mi enemiga
y declararle batalla cada día,
luchando sin descanso por la Vida:
la ajena y la mía.
¡La eterna!, ¡más valdría!
No puedo coincidir con Bossuet en esa arenga dionisíaca que hace en favor del deseo de morir... aunque sí, con Pablo de nuevo, en el deseo de estar ya muerto (Flp 1,23).
Que hayamos sido liberados del temor a la muerte (Heb 2,15) no nos cruza sin más a la vereda de contentos necrófilos (en su acepción etimológica).
Oportet distinguere entre el morirse como acción y la sustantivada muerte en sí misma. El castellano como la mayoría de las lenguas latinas, suelen emplear el mismo término para ambos asuntos. Ratzinger, en una conferencia en Roma del ’97 se ufana de que no ocurre igual en alemán (por lo cual el “vis putere” no corre parejo para todos). Ellos distinguen bien el sterben (morir) de der Tod (la muerte), con raíces bien diferentes.
Como distingue bien aquel famoso librito de Cabodevilla “32 de diciembre”; cuyo subtítulo organiza bien los tópicos: “La muerte y después de la muerte”.
El tránsito de un estado a otro es obra y maravilla articulada por Dios y es no sólo intrínsecamente bueno, sino —si redundar valiera— un don inmerecido. Con o sin pecado original, parece imprescindible esta transformación a lo definitivo.
Pero que el gozne que articula esta pascua sea la muerte, revela Dios que no era parte del plan. “En el principio no era así” diría el Señor.
Pero importa más: más que a causa de qué o quién entró la maldita muerte, importa saber quién la factura ahora, en el estado actual de caídos-redimidos: si Dios o el Enemigo.
Oportet distinguere las ganas, el santo deseo de Cielo; la devoción al Cielo como se decía antes. Pero desear el Cielo no es igual a desear la muerte. Nadie como Pablo lo ha expresado con tanta enjundia: nolumus expoliari sed supervestiri. Hay un “deseo ardiente por ser revestidos de la morada celestial... pero no es que queramos ser desnudados, sino más bien sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida (Zoé)” (IICor 5,4).
El deseo espontáneo del Hombre —instinto y reflejo de su buena hechura— es que el bíos (o thnetón) sea absorbido (katapothé) por el zoés... sin el drama del derrumbe, del desmoronamiento, de la maldita muerte.
El tránsito y su exquisito arte es ciertamente asunto divino, y es Dios y sólo Dios quién lo orquesta. Él “llama a Sí” al hombre en su hora suprema y despliega toda su liturgia en este “éxodo”, como lo llama Lucas. Y acto seguido deja librado a la fuerza del mal el mórbido operativo por destilar la ponzoña de su aguijón: y así descomponer, dañar, destrozar lo que Dios había hecho bueno y visto bueno.
Cuando el alma abandona el cuerpo para iniciar su tránsito, éste de algún modo es profanado, cual las montadas huestes islámicas entrando a santa Sofía. En el instante mismo en que parte el alma (con o sin la inhabitación trinitaria) ese “terreno abandonado” queda librado al poder del Malo...salvo (como hemos contemplado con entrañable conmoción en estos días) que Dios deje un destacamento de ángeles custodiando esos restos-reliquias incorruptos. (Aquí habría que matizar avisando que por la Eucaristía este cuerpo corruptible ha quedado sembrado de incorruptibilidad).
Justamente la progresía, desde su teología hasta su liturgia ha desdibujado esta maldición de la necrosis intrínsecamente perversa, consecuencia lineal de la ponzoña incoada por el Malo.
Como decía Peguy, paradójicamente, al ateo la muerte le resulta natural, normal, necesaria para el ecosistema; y para el creyente es casi un escándalo, una “pieza suelta” difícil de engarzar en el Todo del Dios Bueno y Providente que jamás retira lo dado.
Sólo porque se nos avisa que el asunto tiene que ver y tiene por causa “la envidia del Diablo” (Sab 2,24), aun sin entender, ofrecemos un “ahhh...mén!”
Claro que persiste la pregunta: ¿pero es salario del pecado o es multa del Juez de faltas? Está claro que es Dios mismo quien le avisa al Hombre sobre las consecuencias de su opción: “volverás al polvo” (Gen 3,19). Pero no es un decreto (como anota san Ireneo) sino una diagnosis. Como un Padre le avisa a su hijo que acaba de martillarse un dedo: se te pondrá negro y se te caerá la uña. ¿es mi “penitencia”, mi “castigo” por haber usado el martillo sin permiso?
Sí y no.
Este “sí y no” —estimado Odysseus— podría ser el anverso y reverso del strómata en cuestión.
Y ya que se nombró a las Moiras o Parcas, también ellas portaban algo de este “sí y no” en ese confuso no saberse bien si eran hijas de Zeus o de Nix...
Era Malebranche —el teólogo maldito— quien metía todo en la misma bolsa, y trayendo lo de los gravitantes pelos del balero, termina aduciendo a Dios tanto los bienes como los males: no hay más causa que Dios.
De todo lo dicho o decible, me sigue resultando lo más intenso lo que creo ya anoté: Cristo llorando a mares en Betania. Este facie ad faciem del Señor de la Vida, del divino Hacedor con la corrupción, impacta sobre la carne del Logos con una conmoción que no había experimentado ni ante los posesos.
El fétido cadáver de Lázaro es como una “contra-pica” del flamenco Enemigo en medio del Reino ya llegado.
Y pone la conmovedora Liturgia bizantina en boca del Señor estas intensas palabras: “¿por qué estás muerto si Yo te hice inmortal?”
Escribo todo esto medio de dorapa, sin margen para buscar mejores citas, pero si el tema prospera me gustaría dar con una glosa medieval (que francamente no recuerdo de quién era) a aquello de la Pirmera de Corintios de que “el último enemigo a vencer será la muerte”; que decía algo así como que era último, no sólo por novísimo, sino último como el peor de todos y la raíz más profunda de todos.
No hay expresión más plática de la “abominación de la desolación” (como retiramiento de la Gloria Dei) que el humano templo de Dios transformado en cadáver.
Si el vidente de Patmos llama al infierno “muerte segunda” (Ap 20,14), no puede la primera ser un mero equívoco de ésta, sino... ¿sus arras? No estoy muy seguro... pero habría que salvar la analogía necesaria entre ambas.
¿Qué aludía el negro de la Liturgia de difuntos (luego penosamente abolido) sino este Misterio?
Como siempre, la Liturgia, como Lex, alumbra con la mejor luz: quien estudia a fondo la Liturgia funeraria en todo su andar (no sólo reparando en lo que desplumó el Novus Ordo sino incluso lo mucho que recortó Trento) accede a joyas que explican algunas cosas.
Por caso, el famoso “Proficíscere, anima christiana” en que el sacerdote arenga al moribundo a dejarse de remilgues, tomar coraje y salir de este mundo. Que lo haga en el nombre del Padre que lo creó, del Hijo que lo redimió y del Espíritu Quien lo llevará a buen puerto.
El moribundo, si puede hablar, avisa a su ángel custodio, que está dispuesto y le suplica no flaquee en el servicio póstumo: conducirlo en el tránsito.
El sacerdote le avisa que “allí”, en el umbral, los coros angélicos le han de salir a su encuentro. Pero que no olvide a la mujer de Lot; que no ose mirar atrás, pues no verá más que carroña putrefacta, y la fatídica y desatada ira del siniestro Satán quedándose con lo que quede...
Pero que no tema; permiso del Señor tiene para destruir el templo de su siervo; pero que al tercer día, cuando el Señor Retorne, hará saltar los cerrojos de todas las tumbas y reconstruirá la obra de Sus Manos.
Claro que es Dios quien “le ha mandado salir” (de hoc saeculo migrare iussisti, decía un antiguo ritual). El “sterben” se despliega en exquisita fiesta nupcial por expreso mandato divino. Pero el nefasto Tod... ahí está, mostrando la patente y patética maldición. Y sigo creyendo yo que tiene que ver con Dios no más de lo que el horizonte ensobra al sol en cada ocaso.
Tal vez nuestra lengua no se quede tan atrás con su “fallecer” que no viene de “fallo” (en sentido judicial) sino que, sin mayor andamiaje, avisa que “algo falló”... (el fallere latino dice incluso engaño y traición; el supino de fallere es falsus...).
Las oraciones fúnebres del ya citado Obispo de Meaux, con su “¡Feliz momento!” nunca me han resultado en sintonía con el genuino sensus fidei. Como siempre, polvo y lodo (o al revés, como prefiere Ludivicus) son el mismo elemento: el maniqueísmo pre y la progresía pos coinciden en ponerle un poco de buena onda al Requiem de Mozart... mientras la Tradición prolonga y modula el paulino nolumus expoliari ante la maldita hermana muerte.
Ath.-
ps: de paso, ya que estamos en tema, siempre me ha llamado la atención el arrastre de la expresión “volvió a la Casa del Padre”... que calcada del raptus de Cristo, hace agua al procurar aplicarse a cualquiera de nosotros, que no estamos volviendo a ningún lado, sino yendo por vez primera, pues nunca estuvimos allí. Alude —sin querer, sin duda— a una prexistencia humana que agravia nuestra fe.
Ludovicus dijo,
Efectivamente Athonita, no creo que estemos tan distantes. Su largo excursus ha sido, como siempre, muy nutritivo e iluminador.
Mi punto se limitaba -hélas, siempre el juridicismo- a resaltar que es Dios quien da y quien quita la vida mortal, y que por tanto no hay muerte injusta desde la perspectiva de Dios.
La crux intellecti de Abraham no se vincula con un mandato de Yaveh injusto: a eso iba, nada más. La crux es más honda, y se refiere a una crisis de fe.
Que Dios no mata es obvio. En todo caso, transforma la muerte en vida, siembra este cuerpo mortal para sacar el cuerpo de gloria. "Nadie me quita la vida, Yo la doy", es la declaración que Nuestro Señor hace de su vida mortal y de la vida de todo cristiano.
Todas las profundizaciones que se quieran sobre la muerte en nuestra condición caída, incluida la actitud de Nuestro Señor con Lázaro -por otra parte contrastada con la tranquilidad con que, en otro pasaje, exclama que "la niña no está muerta, duerme"- no quitan la "naturalidad" de la muerte. Es la condición propia de los entes materiales, y su aceptación y redención, más que su rechazo, es la modalidad con que la pietas cristiana se acerca a su misterio. Tanto el afán barroco por su exaltación desmesurada cual una divinidad a la que se teme, como la banalización progre sobre la "muerte tan injusta", escamotean esta consideración.
Misterio que sus comentarios han iluminado en sus aspectos más abisales, inseparables de la actual condición de nuestra naturaleza caída.
Para descomprimir el fúnebre tema, y al hilo de la antigua oración al alma, recuerdo la anecdota contada por Anzoátegui.
Ayudaba un cura a morir a un paisano. En el momento de la oración "sal, alma cristiana", el gaucho, con voz queda, contestó: "No salgás, alma, que me jodés".
Abrazo.
Comparto muchísimo la visión del Athos aunque me resulta siempre interesante y fundamental recordar que "vida" es una palabra análoga o, dicho de otro modo, que una vida participa de la Otra. En este rubro la que importa es la Vida, mientras que la vida importa en función sólo de la Vida. A veces y en especial a partir del desgraciado tema del aborto se distorciona radicalmente el asunto de la vida... (mi opinión al respecto en "¿cuánto vale la vida? http://hombrecitogris.blogspot.com/2008/09/cunto-vale-la-vida.html)?
Por otra parte, aunque también comparto lo de mi nominador Ludovicus también me interesa resaltar e insistir que las reglas de justicia o injusticia, o el parámetro para ser una muerte "querida" o "aceptada" por Dios, el mismo Dios lo puso en la Creación al establecer el orden natural (y la Ley Eterna, y la Ley Natural (desde que crea al hombre), etc.).
Respetos vitales.
Natalio
Ludovicus dijo,
Estimado Natalio, ése era el punto. La existencia de un orden y una ley natural en nada empece a que Dios pueda intervenir en El, cómo y cuándo le place, suspendiendo el orden de las leyes físicas e incluso haciendo cosas que para el hombre no son lícitas.
Ojo que no digo que Dios "pueda" hacer cosas intrínsecamente malas -vade retro el nominalismo voluntarista-, sino acciones que pertenecen a la Soberanía de Dios sobre el Universo, por ejemplo, interrumpir el curso de una vida, por no decir "matar", lo cual hiere nuestros oídos antrópicos.
Esto es, el reconocimiento de la acción de Dios en el mundo por una intervención directa (sea por Su mano, sea por mano del Angel, sea por mano del Hombre, como ocurre en el AT, bien que le pese a la admirable y antisemita Simone Weil), más allá de las causas segundas.
Cordialmente.
PS, además de nominador, soy votante suyo, con perdón.
"¿No fue el hombre creado mortal por naturaleza? De ninguna manera. ¿Luego fue creado inmortal? Tampoco decimos eso. Pero se nos dirá: ¿Luego no fue nada? Tampoco decimos eso. Lo que afirmamos, pues, es que naturaleza no fue hecho ni mortal ni inmortal. Porque, si desde el principio le hubiera creado inmortal, le hubiera hecho dios; y, a la vez, si le hubiera creado mortal, hubiera parecido ser Dios la causa de su muerte, luegó no le hizo ni mortal ni inmortal, sino, como anteriormente dijimos, capaz de lo uno y de lo otro. Y así, la persona humana se inclinaba a la inmortalidad, guardando mandamiento de Dios, recibiría de Dios como galardón la inmortalidad y llegaría a ser dios; mas si se volvía a las cosas de la muerte, desobedeciendo a Dios, él sería para sí mismo la causa de su muerte. Porque Dios hizo al ser humano libre y señor de sus actos."
Teófilo, Obispo de Antioquía (+ 180)
¿entiendo bien, Ludovicus, o nos está confesando Usted que ha votado por Natalio en vez de Wanderer? Los dos Luis que votaron hasta ahora lo hicieron por W. Tal vez no he entendido bien su comentario.
Yo voté por este blog, que a mi humilde ver es más "sal de la tierra" que The Wanderer, a quien con gusto votaría si hubiera habido una categoría "pimienta de la tierra".
Sebas
Ludovicus dijo,
Sebas, todos los fanatismos son malos.
Toto corde
Publicar un comentario