viernes, 11 de julio de 2008

Caperucita debe matar al lobo

Un psiquiatra de niños -Betheleheim- afirma en un reciente libro que los niños educados con cuentos de hadas no necesitaron terapia psicoanalítica de adultos.

Los cuentos a los que se refiere son -en su mayoría- los de los hermanos Grimm (los famosos filólogos que indagaron en el mito y folclore germano y dieron a luz Caperucita, Cenicienta, Hansel y Gretel, etc.), pero en sus versiones originales. Este último detalle no es menor, porque esas versiones son extremadamente crudas, especialmente en sus finales. Encontramos desde zapatos de hierro al rojo vivo que matan a sus malvadas portadoras al son de un baile frenético, a malvados quemados vivos en hornos o despeñados en un barranco.

Si pensamos nuevamente la idea y la analizamos a la luz de esos cuentos, nos llamará seguramente la atención que este autor es -antes que literato- psicoanalista... y de niños. ¿Cómo justifica un psicoanalista, entonces, esa tesis?

Según él (habría comprobaciones de gabinete), el niño se enfrenta en estos cuentos con los problemas existenciales universales; comprende el bien y el mal; las consecuencias del buen y mal obrar; encuentra su sentido religioso en interacción con la vida real; se enfrenta a la muerte, a la pérdida de los padres, a la soledad, al miedo, al fracaso, y, en todos los casos, sale, junto con los protagonistas, victorioso. Además -todo según sus palabras- los cuentos plantean naturalmente la dimensión religiosa y la intervención de Dios. Tiene sentido. Y con respecto a los finales, al parecer no son traumáticos para el niño, ya que hay una especie de destino natural comprensible, un cierto derecho natural que termina premiando a los buenos y castigando a los malos, que el niño puede comprender y aceptar como natural. Los malvados de los cuentos cumplen en sí las predicciones que Hesíodo anticipa a los jueces que -sobornados- favorecieron a su hermano Perses en la repartición injusta de la herencia.

Y el parecido a Hesíodo nos lleva a pensar que quizás lo que se esconde detrás de la tesis de este psiquiatra es la siguiente: el niño que es educado con sentido de la existencia de un orden natural no necesitará terapia: sobrellevará la muerte de otros, la soledad, la tristeza, el fracaso, el mal que le hagan. Entenderá mejor el mundo que lo rodea y comprenderá también que Dios no es un ser lejano (y separado de su cotidianeidad) sino un Dios fuerte y vivo que lo acompaña en cada paso.

El resultado ideal de esta educación será el mismo que el del joven Neoptolemo en el Filóctetes (de Sófocles) que, cuando es inducido por Ulises a mentir (para recuperar el arco de Heracles por medio de un engaño a Filóctetes) pregunta qué cara hay que poner para decir una mentira tan mala, porque la mentira es extraña a su naturaleza. Lo opuesto a esta educación es la locura del Ayante (también de Sófocles) que, creyendo que mata a sus enemigos la emprende con carneros y corderos. ¿Por qué? Porque sus ojos están cambiados (hechizados por Atenea) y ven sólo lo que otros (otra) quisieron que vea.

Atenea es igual a esos padres que ocultan lo que ellos creen que será perturbador para el niño y le dibujan ad hoc un mundo rosado. Lo que no tienen en cuenta esos padres es que el niño experimenta ya en su primera niñez la soledad, la angustia... Estas experiencias quedan fuera del alcance de ellos y no pueden ser afrontadas con naturalidad y sin culpa. El resultado es que tendrán el doble trabajo en su juventud (y siempre existe la posibilidad de que el trabajo sea vano, como en el caso del Ayante, que desesperó). Mejor matar al lobo antes de que crezca. O, lo que es lo mismo, siempre es más fácil encontrar el cauce del arroyo cuando el río que es su fuente está cerca.

Nuestra sociedad está formando locos. Estudios y estadísticas lo confirman cada día. Quizás esto podría empezar a cambiarse con más cuentos al borde de la cama y más tragedias griegas al borde de la adolescencia. Caperucita debe matar al lobo cuando todavía es Caperucita.
Gregorio Santopoco
Pd: el dibujo es de Doré

8 comentarios:

Cruzamante dijo...

Excelente artículo!
Un psicólogo infantil con sentido común: casi un oximorón.

Natalio Ruiz dijo...

Estimado cruzamante:

Acuerdo con ud., es un excelente post de Don Gregorio.

No obstante, y aunque el psicólogo callejero sea él, creo que el oxímoron, respecto del autor citado, se da por su carácter (porque imprime carácter) de psicoanalista antes que por ser psicólogo infantil (que buenas personas pueden serlo).

Anónimo dijo...

Sé que no es muy popular en nuestro medio (y con razón). Pero sobre este tema, hay un libro bastante interesante del benedictino Anselm Gruen.

Natalio Ruiz dijo...

Qué libro? La verdad es que no me ha gustado nada de él (de lo poco que he leído) pero se puede intentar si es interesante.

Habrá que ver qué le parece a nuestro psicólogo callejero.

Natalio

Santopoco dijo...

Estimados Cruzamante y Cruz y Fierro: muchas gracias.

Coincido con Cruzamante en que los psicólogos infantiles con sentido común no abundan.

Buscaré el libro de Anselmo que sugiere C y F.

Con respecto a las corrientes psicoanalíticas (todas), a pocos se les oculta que parten de principios falsos y que la terapia exitosa tendrá como resultado regular la destrucción de la conciencia moral. Siniestro.

No obstante lo anterior, por ignorancia o comodidad, algunos psicólogos con sentido común se hacen llamar psicoanalistas y se dedican, simplemente, a escuchar a sus pacientes, lo que puede no ser tan dañino.

Natalio, sabés que no soy ni psicólogo ni callejero. Sabés, también, que me molestan esos calificativos. Además, no encontré gracia ni sentido en el aparente juego con la palabra "carácter".

G. S.

Anónimo dijo...

Ojo. No da más que para pedirlo prestado... ;-)

Natalio Ruiz dijo...

Como pueden ver Santopoco tiene pocas pulgas. Ojo porque es de armas llevar y cuando le agarra por el tequila se pone malito.

Pero igual es un buen tipo.

Natalio

Anónimo dijo...

EXCELENTE, Santopoco!!! Es el mejor post del blog. Felicitaciones!