martes, 2 de septiembre de 2008

¿Cuánto vale la vida?


Ayer, en una pausa en el partido de del Potro contra el japonesito (va a ser durísimo el próximo porque Murray está afiladísimo), en un noticiero se hablaba de la declaración del consejo deliberante de Rosario en favor del aborto. Puntualmente, uno de los concejales denunciaba haber sido víctima de amenazas por su voto.

Como para componer un poco la balanza, llamaron entonces a una que había votado contra el proyecto de apoyo al aborto. Aquí aparece el punto que me interesa.

Esta señora espetaba, una tras otra, verdades incontrastables en relación a lo horrendo del aborto. El problema surgió luego, cuando sin que mediara pregunta alguna del muchacho del noticiero, arrojó a la inmensidad comunicacional una frase más o menos así: "Yo estoy en contra de la pena de muerte, y por eso estoy en contra del aborto que es la pena de muerte de alguien que no se puede defender".

La argumentación en base a la comparación del aborto con la pena de muerte puede ser discutida desde muchos ángulos. Lo que me parece que, no sólo no es feliz sino que es directamente trágico, es la argumentación: "estoy en contra del aborto porque estoy en contra de la pena de muerte".

Es la segunda vez que le pasamos de refilón (la primera fue en Wanderer, el Atónito y el mal donde nos ligamos un reto de Sole en los comentarios) al tema de la pena de muerte y espero que algún día con un poco más de paciencia y dedicación (más allá de la respuesta puntual a Sole en esos comentarios) podamos abordarlo. Sin embargo me interesa señalar aquí que nada tiene que ver (más que como argumentación comparativa) con el aborto. La pena de muerte es, con sus bemoles y aclaraciones respecto del ángulo del problema, discutible; mientras que el aborto nunca es discutible.

Pero lo peor del caso es que no sólo se las iguala sino que, mucho peor, se funda el rechazo al aborto en el rechazo a la pena de muerte. Es decir, con indudables buenas intenciones se torna discutible una cuestión indiscutible.

Esto me recordó a mi profesor de Teología en la universidad (un cura buenísimo) que en una de sus clases pronunció la siguiente sentencia como si fuera un dogma: "el valor vida es el valor supremo para la teología católica".

Si fuéramos a preguntarle al Oráculo acerca de estos temas él nos contestaría diciendo que en lugar de valores hablemos de bienes y luego nos explicaría en detalle el texto metafísico de Santoto sobre ens simpliciter y bonum secundum quid y bonum simpliquiter y ens secundum quid. Como los lectores del blog no son metafísicos ni mucho menos (ni yo tampoco) vamos a abordar el tema desde otras argumentaciones aunque dejando sentado que el tema, en definitiva, se resuelve metafísicamente.

En el evangelio del Domingo pasado Cristo dice: "el que quiera salvar su vida la perderá, más el que la pierda por mí la ganará" (si bien la vulgata dice "anima" es evidente que se refiere al alma como vida como señala explícitamente Orígenes en el texto citado en la Catena Aurea).

La vida humana (terrena), para el católico, no tiene un valor en sí misma sino "en función de".

Si pensamos que "la vida es el valor fundamental de la teología católica" tenemos que pensar que los mártires son grandes pecadores.

Pongamos la situación: el soldado romano hace arrodillarse al cristiano frente a un ídolo, bajo amenaza de muerte.

Si la vida es el mayor valor, el cristiano no debe dudarlo, debe arrodillarse ante el ídolo. Máxime si pensamos que ni siquiera es pecado (estado de necesidad evidente con una voluntad forzada al máximo), ni ofende a Dios "que modeló cada corazón y comprende todas sus acciones" (¿cómo no va a entender?).

Es más, el negarse a arrodillarse sería pecado mortal ¿cómo va a exponer gratuitamente el sagrado don de la vida? ¿Para colmo van cantando y riendo? ¿Desean el martirio?

Todo esto es un horror si el valor supremo es la vida.

Pero no, ud. está hablando de teología. Si hablamos desde la perspectiva política y civil ahí no se puede negar que el valor supremo sea la vida (lo que sería, más o menos el individuo en el cocoliche mariteneano).

Si es así ¿por qué le cantamos al gran Cabral (a la figura, sin importar si era él, si no, si fue un soldado, un motoquero o lo que fuera)? ¿No tendría que haber preservado su valor fundamental?

Entonces descubrimos que, aún desde el punto de vista cívico (y hablando como no me gusta) hay valores más importantes que la vida (como la patria por ej.).

Hay "valores" mucho más grandes que la vida, no nos engañemos.

El aborto y todas sus pompas son un horror, un espanto, una aberración, etc. Estamos todos de acuerdo.

En lo que no estamos de acuerdo es en el modo de argumentar en contra o combatirlo. Un gran defecto que veo en innumerables grupos pro-vida es esa falta de racionalidad (como los ejemplos propuestos) en la polémica. Recurren a cuestiones efectistas que, en definitiva, lo único que hacen es ideologizar la cuestión.

Las buenas intenciones, despojadas de razones, conducen a los peores lugares.

Natalio
Pd: la imagen la saqué de un post (muy terrible aunque cierto) de un blog que no conozco.

24 comentarios:

Anónimo dijo...

Seguimos sin tratar el tema pero haciendo menciones ¿no es eso irresponsable?

Si lo vas a tratar tratalo pero no confundas con medias tintas.

¿La iglesia no está en contra de la pena de muerte?

Sole

Anónimo dijo...

Sole: La respuesta es no. Pero la aclaración exige un desarrollo que es lo que está intentando hacer el amigo Natalio.

Anónimo dijo...

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2266:
La preservación del bien común de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseñanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legítima autoridad pública para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte. Por motivos análogos quienes poseen la autoridad tienen el derecho de rechazar por medio de las armas a los agresores de la sociedad que tienen a su cargo.

Las penas tienen como primer efecto el de compensar el desorden introducido por la falta. Cuando la pena es aceptada voluntariamente por el culpable, tiene un valor de expiación. La pena tiene como efecto, además, preservar el orden público y la seguridad de las personas. Finalmente, tiene también un valor medicinal, puesto que debe, en la medida de lo posible, contribuir a la enmienda del culpable (cf Lc 23, 40-43).

Natalio Ruiz dijo...

Gracias Cruz y fierro por la certera intervención.

Sole, no se enoje, ya lo trataré adecuadamente.

La cita del catecismo, como ella misma explica, recoje una tradición riquísima en el mismo sentido.

Respetos.
Natalio

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Sole.

El único dueño de la vida es Dios según enseña Juan Pablo II en la Evangelium Vitae.

En ese mismo lugar (en respuesta a Cruz y Natalio), si bien dice que la Iglesia la aprovaba también afirma que hay una evolución tendiente a reconocer "la verdadera dignidad de la vida humana". Es decir, que de acuerdo con su dignidad (aunque no se haya terminado de reconocer) sólo Dios puede disponer de ella.

La pena de muerte y el aborto son lo mismo en tanto en los dos casos el estado permite disponer de vidas humanas.

Artigas

AleMamá dijo...

El aborto es contra un ser indefenso e inocente. La pena de muerte de un nacido, generalmente adulto, al menos era contra alguien que podría haber sido realmente culpable de algo. Se mata en los dos casos, pero la diferencia es abismante. Por lo menos el adulto podría gritar, patalear o dejar su mirada de acusación en la retina del verdugo ¿no?
Lo importante es que se ha avanzado y no hay para qué matar a nadie. Ahora, ojalá haya justicia para las víctimas.
Buen blog. Saludos.

Anónimo dijo...

Alemamá:

Como el adulto puede gritar y patalear entonces se lo puede matar? Esa es la diferencia?

Hagan lo que hagan sólo Dios puede disponer de la vida de un hombre.

Artigas

Anónimo dijo...

Lo de siempre, gente que no hace nada y critica a los que están en el combate.

Mary Lennox dijo...

Buenas y Santas Don Natalio:
Me parece que en la discusión haría falta un poco de distinción al estilo aquinate.
Primero:
La Iglesia según lo que dice el CIC citado por Cruz y Fierro estaría a favor de la pena de muerte secundum quid o sea si es merecida o no en cuestiones de justicia. O sea si mato que lo maten. Ahora bien como además de la justicia existe la misericordia se inclina además por tratar de evitarla si es posible aquella pena.
Segundo: Clarificando lo que creo que dice Alemamá, La diferencia entre el ejecutado y el abortado, radicaría en la culpabilidad de uno y la inocencia del otro. Por mi parte agrego, la libertad que llevo al condenado (por la elección de los delitos) a esa situación, y la no libertad del bebe de poder escapar a la decisión de abórtalo. (Esta es una diferencia no una justificación).
Tercero:
De acuerdo Natalio con el tema de los valores, para mi es una concesión a los relativistas pues los valores son eminentemente relativos a la persona que valora. Ahora bien, el Bien de la Vida, puede valorarse o apreciarse de dos modos, el natural y el sobre natural. El modo natural es lo que hace que sea condenable y criminal el asesinato. El sobre natural es lo que hace deseable el martirio, pues quien pierda su vida la ganará y quien gane su vida la perderá, pues de que otra manera se podría entender sino aquella frase de Santa Teresa: "Que muero porque no muero".
En fin siempre es bueno distinguir.
Cuando quiera armar polémica acerca de los valores encantada de participar hace rato que quiero debatir sobre esto y en la facultad no concordar con los valores es casi como ser anatema.
Cariños
Mary

Anónimo dijo...

Mary Lennox: vos decís "si es merecida o no en temas de justicia. O sea si mató que lo maten"

Para vos la ley del talión es justa? es un criterio de justicia?

Alberto

Anónimo dijo...

Estimados: En algunos casos muy especiales y bajo ciertas condiciones, un criminal responsable de delitos gravísimos funciona entre la sociedad como una manzana podrida. En ese caso, por el bien de la sociedad es que se le puede llegar a quitar la vida. No es *contra* el penado (no es venganza o ley del talión), sino *en favor* de la sociedad, para protegerla.

Un caso típico sería el de guerra, donde tras un juicio sumarísimo no quedara posibilidad otra que no fuese el fusilamiento por carecer de posibilidades de tomar prisioneros. O, en el caso de traición, donde el resultado de conservarle la vida podría hacer peligrar la vida de muchos o, incluso, el éxito de la misión, la batalla o la guerra.

No es más que una extensión del derecho de legítima defensa.

Eso es más o menos lo que dice Santo Tomás, “...Pues bien, cada persona singular se compara a toda la humanidad como la parte de todo; y, por lo tanto, si un hombre es peligroso a la sociedad y la corrompe por algún pecado, laudable y saludablemente se le quita la vida para la conservación del bien común... Cuando la muerte de los malos no entraña un peligro para los buenos, sino más bien seguridad y protección, se puede lícitamente quitar la vida a aquellos...” (S.Th., II-II, q.64, a.2).

Lo que quiere decir el Magisterio es que en los últimos tiempos, habiendo mejores posibilidades de salvaguardar la sociedad de esos criminales graves, la pena de muerte ya no sería necesaria en forma ordinaria.

Muy distinto es el caso del aborto donde no hay ningún bien común que proteger.

De acuerdo con Mary con el tema de los valores. Todo valor lo es en relación a algo. Es como los precios en Microeconomía, siempre son relativos. Los valores en Moral son también relativos, se ubican en algún lugar de alguna escala axiológica o de algún conjunto cultural. Por eso, tradicionalmente es preferible hablar de principios, como gusta al Papa felizmente reinante.

In Dómino

Anónimo dijo...

EL CRIMEN DEL ABORTO

(Transcripción del sermón del Padre José Antonio Fortea)

Es curioso que, después de cinco años en esta iglesia, me he dado cuenta de que nunca he dedicado un sermón al tema que voy a tratar hoy. Solamente he dedicado dos frases, tres frases, de vez en cuando, pero no un sermón.

Y hoy sí que va a ser ese tema, el tema es: el aborto.

El aborto, que sepáis que yo en las últimos dos meses he comprendido mucho más por qué esto es tan espantoso. Hasta hace dos meses yo mantenía la enseñanza de la Iglesia, estaba contra el aborto, etcétera, pero también es verdad que en lo más interno de mi ser pensaba: esto es pecado, esto Dios no lo quiere, pero al mismo tiempo el niño no se da cuenta, y bueno, desaparece, pero tampoco es que se le haga sufrir demasiado.

Sin embargo, la razón que os voy a dar por la que yo he comprendido mucho más el sufrimiento del aborto de los niños, es por una razón que seguro que no la habéis oído nunca y no os pido que me creáis, porque al fin y al cabo lo que os voy a decir es opinable. Son revelaciones particulares.

Pero me he encontrado con que varias personas en el mundo, en distintas partes del mundo, habían tenido revelaciones que yo conocía por personas que conozco, y que me las habían contado. Y que a mí, de forma muy privada, me habían dicho: Padre, yo veo esto. Y después he visto que otras personas en el mundo habían visto lo mismo. Personas con dones.

¿Y qué es lo que habían visto? Pues habían visto, primero, que cuando una mujer que ha abortado, arrepentida, confesada, pidiendo perdón a Dios, va a entrar en el túnel de luz, salen normalmente sus padres, abuelos, y los niños que abortó, no sólo los hijos que tuviera la familia sino también cada uno de los abortos que tuvo, salen a recibirla. Y que le perdonan.

Yo cuando oí esto me quedé muy impresionado la primera vez. Porque las almas de esos niños no piensan todavía cuando son abortados, pero sí que sienten, de un modo inexplicable, que no son queridos.

Esto es difícil de entender porque estamos hablando de cosas espirituales, pero cada uno de esos niños siente que no es amado y querido. Y concretamente a mí me han dicho algunas de estas personas que tuvieron estas revelaciones que, al salir de sus cuerpos asesinados lo que sienten es un tremendo frío, …, frío, … y que no son amados, que están desconsolados, como llorando.

Ya después, la revelación, pues lo que viene a decir, más o menos, porque es un poco confusa, es que son los ángeles los que tienen que explicar a esos espíritus qué es lo que ha pasado, pero que a pesar de todo Dios les ama. Y que les cuesta entenderlo, porque nosotros, para entender lo que es Dios hablamos de un Dios que es Padre … y Madre, porque Dios no tiene sexo. Y entonces a ellos les cuesta entender esa figura de la paternidad/maternidad de Dios cuando su propia madre les ha asesinado. Y sienten ellos, aunque nadie les haya dicho nada, ese no ser queridos.

Entonces esto es muy impresionante, a mí me ha impresionado mucho. Y cuando, investigando el tema, descubrí que habia más revelaciones, muy sueltas, muy poco conocidas, muy poco. Yo quizás soy de los pocos que me he podido enterar más, porque por la especialidad que tengo en teología, pues estoy en contacto con personas que están en este mundo, con dones, etcétera. Esto me hizo replantearme totalmente, totalmente el tema del aborto.

Si a esto añadimos que en mi último viaje a Los Angeles a dar una conferencia, me enteré de que allí el grupo pro-vida estaba tan bien organizado, la operación rescate que ellos llamaban, que literalmente estaban haciendo que no se pudieran hacer más abortos en Estados Unidos. Porque lo que hacían era ponerse de acuerdo un día, a una hora, al principio de la mañana, delante de una clínica abortista. Y allí cada uno llevaba su coche, iban por la acera, y de pronto se encontraban los de la clínica, que, sentados, tenían rezando el rosario a 200, 300 personas. Fijaos lo que son, 200, 300 personas.

Claro, las mujeres que iban ese día, por la agenda, a abortar, pues se encontraban con ese espectáculo, y no se atrevían a entrar.

Esto dio tanto éxito, y se hacía en todas partes, en todas las ciudades que tenían esto que se llama operación rescate, que literalmente, con independencia de las leyes, vieron que no se podía seguir así. Que las clínicas iban a la quiebra una a una. Porque lo que hacían además inteligentemente, era hacerlo hasta que quebrara. Y se jactaban de decir: hemos hecho quebrar ya “tantas”.

Entonces, desgraciadamente, desgraciadamente los políticos, en ese momento había mayoría demócrata en el Congreso y en el Senado, se reunieron y dijeron: Esto hay que pararlo. Y sacaron las leyes federales que, en cuanto la policía dijera a esa masa que se dispersara, si no se dispersaba, eran detenidos. Y eran condenados, bajo una Ley Federal, a una semana de cárcel. Si les cogían una segunda vez, un mes de cárcel. Y si les cogían una tercera vez, un año de cárcel.

Entonces, claro, ellos dijeron, aquí estamos, y siguieron. Pero cuando ya varios pasaron, muchos, ese año de cárcel, se dieron cuenta que no podían seguir por ese camino. Y entonces, yo he conocido a varios en ese último viaje, que han estado meses, varios meses en la cárcel por este motivo. Y entonces, lo que hicieron fue tener que parar esta operación rescate. Pero aún así me dijeron que hubo un grupo, entre los católicos, que decidieron hacerlo esto como una forma de vida. Es decir, gente jubilada, o incluso algunos jóvenes, que sabían que a la tercera vez era un año. Y estaban dispuestos a eso. Y harían apostolado en la cárcel hablando de Jesús, etcétera, etcétera.

Y una vez que salieran, volvían a hacer otra vez eso, y otra vez eran detenidos. De forma que continuamente estaban haciendo eso y volviendo a la cárcel. Entre ellos un obispo jubilado, curiosamente.

Claro, todo este sufrimiento, a mí me provocó una reflexión muy profunda acerca de todo este tema. Me provocó, un momento, esto no es lo que a veces sin querer se nos va metiendo en la cabeza a base de los medios de comunicación, sobre todo aquí en Europa.

Además, debemos entender que, esto no lo decimos porque nos apetezca decirlo, o sea, un feto, decimos, es un ser humano. Porque parece un ser humano. O sea, uno se lo encuentra en una acera y no diría, es un saltamontes, o es un delfín. Diría, parece un ser humano. Actúa como un ser humano. Tiene la forma de un ser humano. Y es la cara de un ser humano.

Si a eso añadimos que en todos los países de Europa hay más gente que quiere adoptar que niños para adoptar, lo que decía la Madre Teresa de Calcuta: si no queréis a estos niños, dádmelos a mí, yo les buscaré familias. Es decir, hay familias que quieren adoptar, y sin embargo, una chica dice: no, ni para ti ni para nadie. Nosotros le cuidaremos, nosotros le daremos amor, nosotros … No, para nadie. Porque si lo veo le cogeré cariño. No. ¿Cómo es admisible esto? ¿Cómo es admisible esto? Y para defender este hecho contrario a toda razón humana. ¿a qué es a lo que se apela? A los casos extremos, hombre si es violada, y si tal. Bueno, si es violada, el niño no tiene ninguna culpa. Se le dará amor, se le dará … ¿Qué culpa tiene el niño de que esté el violador? Habrá una familia que lo querrá acoger … No, no, no

Es algo, si os fijáis, contrario a la razón humana. No hace falta ni siquiera ser cristiano para entender que esto no se debe hacer. Y encima la Ley lo ampara. Encima la Ley lo ampara. Que la Ley haga de la sinrazón, Ley. No es de extrañar que esta sociedad, ya tan alejada de los mandamientos de Dios, se pregunte si realmente no habría que legalizar la droga. Todo tipo de droga, empezarían por las más leves, claro. Dirían, cada uno es libre, bueno, que cada uno haga lo que quiera. Pero ese “cada uno es libre, cada uno haga lo que quiera”, es un camino que cualquier persona que entienda lo que debe ser la sociedad, la Sociedad, la Comunidad Humana, es decir, que la Comunidad Humana no somos como los árboles, que cada uno tenemos nuestro terreno, sino que formamos un organismo social. Que somos un Cuerpo, idea ésta que cada vez se olvida más, cada vez se olvida más, pues si entendieran que como uno de los órganos se afecte, todo el cuerpo va a quedar afectado, y ése órgano va a afectar a otros órganos, pues entonces se darían cuenta de que esa máxima “cada uno es libre, cada uno haga lo que quiera” es una máxima contraria a la razón humana. No hace falta creer en Cristo ni nada. Lo que hay que decir a esas personas es No. A los que no creen, hay que decir: Hay unas Leyes Morales, y usted, perdone que se lo diga, no es experto en esas Leyes Morales, será experto en los tecnicismos de la Ley, será experto en … pero en los grandes pilares que sustentan las Leyes, pues usted a lo mejor es un principiante, y debe reconocerlo. Porque la Moral es una disciplina totalmente aparte. Habría que leer a Aristóteles, a Platón, a los grandes filósofos, para darse cuenta de que una cosa es el Derecho y otra cosa es la Moral. Y si el Derecho suplanta a la Moral, si el Derecho trata de legislar lo que va más allá de sus funciones, el resultado es el que estamos viendo. Que solamente esto es un coche que cada vez va cogiendo más velocidad, cada vez va cogiendo más velocidad, y que habrá un momento en que no se podrá parar. Habrá un momento, cuando esto coja velocidad, que aunque queramos, tendrá tal inercia la idea de que el Pueblo puede decidir absolutamente todo por encima de cualquier Ley Sagrada, de cualquier Ley Natural, de cualquier Derecho, que no habrá manera, no habrá manera.

Y claro, que aquí, en un país cristiano como éste, pues este asunto del aborto pasara como si nada, cuando en otros países ha sido un tema que ha levantado a la mitad de la población contra la clase política, diciendo “de ningún modo”, y ha habido unos debates espantosos, y aquí no ha pasado nada, no ha pasado nada.

También se ha dicho de paso que una mujer en Estados Unidos tuvo un embarazo y pidió abortar, y la cosa fue subiendo hasta el Tribunal Supremo, el famoso caso Robe vs Wade, creo que era así, el caso es que esta mujer que no se sabía su nombre hasta hace pocos años, y que fue la que provocó la legalización del aborto, hasta entonces fue ilegal, y a partir de que el Tribunal Supremo dijera: esta mujer tiene derecho a abortar, después de muchos años, ha salido a la luz, y lo que se ha descubierto, al saber el nombre de esa mujer, yo la escuché hablar en una entrevista en la BBC, es que después, años después, se arrepintió profundamente de todo esto, se hizo católica, y pidió perdón a Dios con todas sus fuerzas por lo que había hecho. Incluso uno de los más famosos propietarios de clínicas abortistas, un judío ateo, también se convirtió después de unos años, y vendió sus clínicas, e inició un camino hacia la fe que hizo que se bautizara hace cosa de cuatro, cinco años, y que entrara en la Iglesia católica. Y escribió un libro maravilloso que se titula “De las tinieblas a la luz” en el que explica todo su itinerario espiritual.

Bueno, pues nada, simplemente eran estas las consideraciones que quería yo hacer, creo que los políticos pueden decir lo que quieran sobre este tema, y yo también, yo también lo digo, pero al final no es que cada uno opine lo que quiera, al final Dios es el Juez que juzga a los jueces. Los jueces juzgan a todos, pero al final el Juez Supremo juzga a todos los Tribunales Supremos de todo el mundo, y su decisión es completamente irrevocable. Y Él hace de abogado, de fiscal, de todo, y de verdad que en estas cosas, aunque no nos lo parezca, aunque nos suene a una cuestión puramente moral, en estas cosas lo que está en juego es la salvación eterna de muchas almas, la salvación eterna de muchas almas, son muchas almas las que en la balanza se pesan cada día, y desgraciadamente el aborto es una de esas prácticas que si vosotros pudierais echar un ojo al más allá, descubriríais la importancia tan grande que tiene el que esto se detenga. Y en eso debemos luchar.

Desgraciadamente, en España, las conciencias están muy adormiladas, MUY ADORMILADAS, y por lo tanto, los gobernantes, los que sean, los unos y los otros, y los de más allá, porque hasta en los pequeños todos son iguales, pues los gobernantes saben que pueden hacer lo que quieran, no con todos los temas, pero con el tema de la Moral y de la Iglesia tienen las manos completamente desatadas. Y que pueden hacer y deshacer a su antojo. Y que nadie les va a decir nada. Y esto es una cosa verdaderamente tremenda, tremenda. Yo, de verdad, para los próximos años, ¿qué es lo que veremos? ¿qué es lo que veremos?

De todas maneras, los frutos ya están aquí. Vosotros sé que pensáis: los hijos de los otros son los que toman pastillas, los que toman un poquitín de cocaína, tal, pero los míos no, que son buenos, son los del vecino, que el vecino sí que es malo. Pero os aseguro que la estadística lo deja bien claro. La estadística no miente. Y después uno lo descubre todo de golpe.

Si España sigue así, pues serán sobre todo vuestros hijos los que van a ver lo que significa estar en un país que ya no cree en ninguna Ley Sagrada ni cree en nada. Y será algo que tardará generaciones después, en volverse atrás. Los cambios que estamos viviendo en estos últimos 30 años, costarán humanamente hablando, un milagro puede ocurrir cuando Dios quiera, generaciones, volver marcha atrás.

Nada más, que la Santísima Virgen María nos ayude a todos nosotros a hacer cada uno la labor de debemos hacer.

Creo en un solo Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra.

Don Diego dijo...

Recomiendo una serie de tres artículos de Vittorio Messori, en los cuales analiza el tema de la Pena de Muerte desde la Tradición de la Iglesia (pueden encontrarse en la página www.conoze.com).
Estos párrafos que extraje de esa serie de artículos (concretamente, del 3º)deberían llamarnos a nosotros, católicos modernos, a la reflexión:

"En efecto, la Tradición siempre ha visto en el delincuente un candidato seguro al paraíso porque, al reconciliarse con Dios, acepta libremente el suplicio como expiación de su culpa. Tomás de Aquino instruye: «La muerte que se inflige como pena por los delitos realizados, levanta completamente el castigo por los mismos en la otra vida. La muerte natural, en cambio, no lo hace.» Precisamente, muchos reos reclamaban rotundamente la ejecución como un derecho propio. Y así, el ajusticiado arrepentido y provisto de los sacramentos era un «santo» y el pueblo se disputaba sus reliquias. Tanto es así que hasta había forjado un proverbio, que aparece citado en Civiltà Cattolica: «De cien ahorcados, uno condenado.»"

Perlimplín dijo...

A ver, me gustaría ver los argumentos de los "católicos" acerca de estas declaraciones del Papa:

“Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia” (Carta del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington, presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, 2004; Vid. NG 664 y 911)

Anónimo dijo...

Cruzyfierro dice: "distinto es el caso del aborto donde no hay ningún bien común que defender"

Y si el estado decide que el control demográfico es necesario? y si el estado decide que un niño que llega a una niña violada no tendrá familia? la salud de la madre no puede ser considerada una cuestión de bien común?

Basta de caretas la cuestión es, el estado en su búsqueda del bien común puede disponer de la vida de las personas o, por el contrario, consideramos que la persona humana es sagrada.

Por otra parte, no entiendeo la crítica a Maritain porque no se explica.

Artigas

Anónimo dijo...

Y si el estado decide que el control demográfico es necesario? y si el estado decide que un niño que llega a una niña violada no tendrá familia? la salud de la madre no puede ser considerada una cuestión de bien común?

Entonces para Vd., ¿es el estado el que decide qué es el bien común y que no?

Basta de caretas la cuestión es, el estado en su búsqueda del bien común puede disponer de la vida de las personas o, por el contrario, consideramos que la persona humana es sagrada.

No le permito que me venga a decir "basta de caretas" Sr. Artigas. Creo que en ningún lado le falté el respeto para que Vd. lo venga a hacer ahora.

Ese dilema que Vd. plantea es una falacia. La sacralidad de la vida humana no tiene nada que ver con que el bien común de una sociedad demande en determinadas circunstancias especialísimas que la vida de algunos de sus miembros pueda o deba ser sacrificada por el bien de ella.

¿Acaso Cristo no aceptó el sacrificio de la Cruz? Entonces, si el dilema es como Vd. lo pone, Cristo no es verdadero hombre, lo cual es una herejía.

Por el contrario, Cristo nos enseña que hay cosas por las que vale la pena arriesgar la vida. "Qui autem perdiderit animam suam propter me et evangelium, salvam eam faciet" (Mc 8,35); " maiorem hac dilectionem nemo habet, ut animam suam quis ponat pro amicis suis" (Jn 15,13).

Anónimo dijo...

El Estado, por medio de sus gobernantes, es el que decide cuál sea el mejor camino para alcanzar el bien común.

El hecho que existan tierras y alimentos para todos los habitantes son indiscutibles cuestiones (en tanto medios) de bien común. El hecho de que los hijos sean educados y criados en el ámbito de una familia (que no se da en el caso de una mujer violada, por ej.) son medios o instrumentos de bien común.

En cuanto podemos disponer de la vida de alguien bajo el resguardo del bien común la situación será la misma. Y la falacia luce por sí sola, ese bien común no incluirá (no digo que el b.c. sea la suma pero incluye los...) el bien particular del reo.

El caso de Cristo es distinto. Su pena de muerte, aunque valiosa, fue injusta. Cuando Él habla de dar la vida habla de ofrecerla uno mismo no de que la quiten otros.

No quise faltarle el respeto lo que ocurre es que veo una cuestión ideológica en muchos: el combo tradicional incluye la defensa de la pena de muerte y la lucha contra el aborto. Pero no lo justifican.

Artigas

Natalio Ruiz dijo...

Estimados todos:

Gracias por los comentarios y el debate, siempre edifica.

Tuve una semana compleja por lo que no pude participar aunque, como podrán imaginar, entiendo que es correcta la linea de Cruz y Fierro, Mary y Alemama.

De todos modos, el tema de la pena de muerte específicamente no quise abordarlo en ese post. Espero poder tratarlo con un poco más de tranquilidad. Quedan aún algunas cosas inquietantes; Mary habla de misericordia ¿quién la aplica? ¿puede el Estado hacer uso de la misericordia o por el contrario sólo le es dado el impartir justicia?

Y muchas otras cosas más.

Pero, justamente, este blog está más para plantear problemas que para resolverlos.

Respetos para todos.

Natalio

Anónimo dijo...

El Estado, por medio de sus gobernantes, es el que decide cuál sea el mejor camino para alcanzar el bien común.

Aunque es discutible la afirmación, concedo a los fines del debate en el caso de gobernantes virtuosos (aunque tampoco en ese caso se excusa a los gobernados de buscar su propio camino para contribuir al bien común).

El hecho que existan tierras y alimentos para todos los habitantes son indiscutibles cuestiones (en tanto medios) de bien común. El hecho de que los hijos sean educados y criados en el ámbito de una familia (que no se da en el caso de una mujer violada, por ej.) son medios o instrumentos de bien común.

Son cuestiones que hacen al bien común, es cierto; pero no respecto del niño inocente abortado. Ya lo dice Santo Tomás, y lo repite Juan Pablo II en "Veritatis Splendor", no es justo hacer un mal para alcanzar un bien. Difícilmente se logré alcanzar el bien común (social y político, natural y sobrenatural) mediante la comisión de injusticias. Además, en el caso del control demográfico existe una dificultad adicional que plantea algo risueñamente Chesterton, ¿cómo sabemos quién es el que "sobra"? La historia nos muestra numerosísimas personas que han hecho demasiado en su contribución al bien común universal provenientes de hogares míseros y mal constituidos.

En cuanto podemos disponer de la vida de alguien bajo el resguardo del bien común la situación será la misma. Y la falacia luce por sí sola, ese bien común no incluirá (no digo que el b.c. sea la suma pero incluye los...) el bien particular del reo.

Tomemos la definición de Pío XII que toman el Beato Juan XXIII del bien común como el bien de todos y de cada uno. Está claro que no es la sumatoria de bienes particulares; ni tampoco es un bien totalizador que excluya los bienes de las personas que constituyen la sociedad. Dejando por un momento de lado la posibilidad de que ese reo ejecutado alcance el Cielo que le decían antes, está claro que hace al bien común de la sociedad velar por la seguridad de esa sociedad. Y si esa sociedad no puede ser salvaguardada en ciertas condiciones especialísimas, corresponderá aplicar la pena de muerte.

La falacia es plantear la cuestión en el terreno de un dilema con la vida humana como supremo y último valor.

El caso de Cristo es distinto. Su pena de muerte, aunque valiosa, fue injusta. Cuando Él habla de dar la vida habla de ofrecerla uno mismo no de que la quiten otros.

Efectivamente está muy bien lo que dice. Pero fue Vd. el que puso a la vida como el supremo valor. Si hay algo que Cristo y los mártires demuestran, es que hay cosas por las que vale dar la vida.

No quise faltarle el respeto lo que ocurre es que veo una cuestión ideológica en muchos: el combo tradicional incluye la defensa de la pena de muerte y la lucha contra el aborto. Pero no lo justifican.

Desde el momento que me llama a "sacarme las caretas" me está faltando el respeto. Así que ahora no se haga el desentendido.

Si Vd. me hubiese leído con atención, sabría que no compré ningún combo. Ni el tradicionalista. Ni el progre-neoconserva-liberaloide de católico acomplejado.

Las razones se las di. Aludiendo al Magisterio, a Santo Tomás y a ejemplos de sentido común. Pero Vd. trae a colación dilemas que sólo esconden falacias.

Si me pregunta si creo que hay que reinstaurar la pena de muerte (que es otra pregunta completamente distinta), mi respuesta es un no rotundo. ¿Las razones? Ya las dije antes y no quiero seguir abusando de la amabilidad de Don Natalio.

In Dómino

Perlimplín dijo...

Pregunto al Sr. Artigas, que parece un poco cegato, qué le parece esta cita del actual Papa:

“Puede haber una legítima diversidad de opinión entre católicos respecto de ir a la guerra y aplicar la pena de muerte, pero no, sin embargo, respecto del aborto y la eutanasia” (Carta del Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe al Cardenal Theodore McCarrick, Arzobispo de Washington, presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, 2004; Vid. NG 664 y 911)

¿No tiene nada que decir?

Anónimo dijo...

Del blog del Padre Fortea:

martes, enero 02, 2007
Las pesadillas de los verdugos


La conferencia sobre la negación del Holocausto celebrada (más bien perpetrada) en Teherán el pasado año, sigue dándome vueltas en la cabeza.

Al jefe de concentración de Auswitch, acabada la guerra, le ahorcaron los Aliados en el mismo campo del que fue jefe.

Mi mano no vacila al escribir que hay crímenes tales, para los cuales la muerte es poca pena. Soy completamente contrario a la pena de muerte. Me parece horrendo que un Estado pueda ordenar a uno de sus funcionarios: mate a ese hombre.

Es como si la vida de un ser humano tuviera un cierto carácter sagrado e inviolable. Pero al mismo tiempo que afirmo esto, también digo que hay crímenes tan horrendos para los cuales no me parece que se haga Justicia solamente haciendo cesar sin saña la vida del que mato a muchos más de modos refinadamente peores.

Por eso soy de la opinión de que restablecer la justicia de un modo perfecto es imposible en no pocos casos. La justicia humana tiene sus límites. Una cosa son los discursos y otra la triste realidad de que ciertos males ya no pueden ser sanados porque son irreversibles.

Soy firme defensor de la cadena perpetua. Hay determinadas acciones que ni con toda una vida se puede pagar por ellas. Existen deudas infinitas.

No se trata de venganza, ni de hacer sufrir, se trata de la Justicia.
El ahorcamiento del jefe del campo de concentración me pareció poco castigo. Yo nunca le hubiera matado.
No tengo la menor duda de que existe el infierno en el más allá, pues he visto crearlo sobre la tierra.

Anónimo dijo...

Cruz: justamente, no se puede intentar alcanzar el bien común mediante una injusticia o un medio malo (la muerte de alguien).

Yo no digo que la vida sea el valor supremo, digo simplemente que Dios es su único dueño. La vida, mientras uno la ofrende (directa o indirectamente) a Dios, puede ser dispuesta. Otro caso es la pena de muerte en la que la vida se ofrece al Estado o a la comunidad pero no a Dios.

si vos también estás contra la pena de muerte ¿para qué discutir?

Perlimplín: ¿Querés que te cite varias cosas del cura Ratzinger (el de boina y corbata)? Me parece que no te van a gustar. Traen las cosas cuando y como quieren. Si dicen lo que quieren escuchar es el papa si no el papa se puede equivocar. Yo cité Magisterio (y no una carta de un cardenal) de la Iglesia escrito por un Papa, cuando este (santo, sin dudas) Papa se expida magisterialmente volvemos a hablar.

Artigas

Perlimplín dijo...

¿Varias cosas del "cura Ratzinger? ¿Y usted es católico?

El documento magisterial de rango más indiscutible que hay sobre la pena de muerte es el Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por Juan Pablo II, y en él se dice claramente que no se puede descartar la pena de muerte.

Punto y final.

Anónimo dijo...

http://www.larioja.com/prensa/20080905/opinion/pena-muerte-para-inocentes-20080905.html

No es comparable la pena de muerte con el aborto, salvo para los hipócritas. Y en ese sentido es de suma hipocresia abolir la pena de muerte y permitir el aborto.

Es sólo comparable a la hipocresia del tabaco respecto de la prostitución.

Para los ignorantes, fumar no es pecado. E irse de putas es degradar a la mujer, despreciar y destruir la familia, fomentar el tráfico de esclavas, el de las drogas, los pederastas, la homosexualidad de los jóvenes, ....

No hay color, pero creo que me encontraré hipocritas de este calado durante un tiempo, incluso entre católicos.