
Después de unas cuantas incursiones (propias y ajenas) en la liturgia (a la que regresaremos), vuelvo a un tema recurrente en el blog: el tema del Mal.
Justamente, una de las grandes adquisiciones de los últimos tiempos han sido los aportes del Athonita con quien iniciáramos conversaciones (aquellas un poco más disonantes) con el tema del mal en "Wanderer, el Atónito y el mal". Muchas cosas han pasado desde entonces y he descubierto que son muchas más las coincidencias que las disidencias (aunque todas muy respetuosas) por un lado y que es posible encontrar un monje Athonita cibernético (en su lenguaje, es una paradoja más).
Pero volvamos al mal.
Ya dijimos que el mal es siempre privación o carencia (tiene sólo entidad "de razón" dirá Santoto) del Ente (o, lo que es convertible por, la Verdad, el Bien, la Belleza, etc.).
En general hablamos del mal físico (con las aclaraciones del caso) pero ahora vamos a comenzar a ingresar en las penumbras del mal moral (aclaro, una vez más, que no pretendo enseñar sino tan sólo compartir caminos de pensamiento).
Si el mal en general es siempre privación también el mal moral será privación. ¿De qué? De Bondad (e implica, en la misma medida, la de Verdad, Belleza, etc.) básicamente. ¿Y qué es lo bueno (lo verdadero, bello, etc.)? Aquello conforme a la naturaleza.
Sólo en esto me voy a detener hoy: el mal es privación de (algo requerido por) la naturaleza. Obrar mal es obrar contrariamente a nuestra naturaleza.
Ya llegaremos a Dios pero por un ratito saltemos fuera de la religión.
Aristóteles (también Santoto) le dan varios sentidos a "naturaleza". Para no complicar demasiado la cuestión nos vamos a quedar con tres. La naturaleza es: "principio de operaciones del ser"; la esencia y el cúmulo de perfecciones que el ser puede alcanzar.
Dicho así parece un poco raro o abstracto pero vamos a un ejemplo. ¿Cuál es la naturaleza de una rosa? Primero vamos a contestar su esencia, es decir, aquello que hace que sea una rosa y no otra cosa. Segundo vamos a decir, aquello a lo que la rosa tiende. ¿Y a qué tiende? A desarrollarse por completo, adquirir el tamaño, el color, el olor, etc. que está llamada a tener. Y este es el último sentido.
Es decir, la naturaleza según estos tres sentidos de la palabra hacen referencia a la esencia (un sentido) de una cosa que la orienta (otro) a su perfección (otro). La rosa no elige crecer o no crecer. Si hay sol, agua y otras condiciones la naturaleza de la rosa se desarrollará por sí misma. Por eso también llamamos "naturaleza" (y pensamos en plantas y pajaritos) a aquellos seres que desarrollan forzosamente su naturaleza.
En el caso del hombre su naturaleza es lo que lo determina como hombre (esencia), y lo induce (principio de operaciones) a alcanzar su máximo desarrollo (cúmulo de perfecciones).
Pero en, por lo menos, dos cosas se diferencia abismalmente la naturaleza del hombre y de la rosa.
En primer lugar, el hombre es un ser espiritual. Por tanto, el hombre según una distinción de razón (es decir, para entenderlo o explicarlo porque están substancialmente unidas) tiene una naturaleza material y una espiritual. ¿A qué apunta esto? A que sus perfecciones se lograrán tanto en lo material como en lo espiritual, tanto su cuerpo como su espíritu sentirán un impulso hacia su máximo desarrollo o perfección, a que su esencia es ser, a la vez y sin distinción, cuerpo y alma.
En segundo lugar el hombre puede elegir. La rosa no puede elegir el desarrollarse, crecer, adquirir tal color o tal olor, "la (su) naturaleza" lo hace por ella. En cambio, el hombre puede sentir un impulso a alimentar, conservar y perfeccionar su cuerpo como el hambre (principio de operaciones) pero negarle el alimento. Y esa negación del alimento ante el hambre puede ser contraria a su naturaleza (como autodestrucción) o favorable a la misma (considerando el efecto espiritual del dominio de los impulsos). Esto es lo que hace tan complicado el juicio moral (que, en sí, tiene reglas clarísimas gravadas en el corazón del hombre). En cualquier caso, lo más importante es que el hombre puede elegir ir "en contra" de su naturaleza.
Se hizo demasiado largo pero quiero dejar en claro que esto es sólo el comienzo de un largo camino.
Con esta llave abriremos puertas como ley natural, derecho natural, orden natural, poligenismo, sacrificio y redención de la naturaleza, el pecado original y la gracia, el pecado colectivo, el pecado social, el pecado material, el pecado en los judíos, etc., etc., etc.
Justamente, una de las grandes adquisiciones de los últimos tiempos han sido los aportes del Athonita con quien iniciáramos conversaciones (aquellas un poco más disonantes) con el tema del mal en "Wanderer, el Atónito y el mal". Muchas cosas han pasado desde entonces y he descubierto que son muchas más las coincidencias que las disidencias (aunque todas muy respetuosas) por un lado y que es posible encontrar un monje Athonita cibernético (en su lenguaje, es una paradoja más).
Pero volvamos al mal.
Ya dijimos que el mal es siempre privación o carencia (tiene sólo entidad "de razón" dirá Santoto) del Ente (o, lo que es convertible por, la Verdad, el Bien, la Belleza, etc.).
En general hablamos del mal físico (con las aclaraciones del caso) pero ahora vamos a comenzar a ingresar en las penumbras del mal moral (aclaro, una vez más, que no pretendo enseñar sino tan sólo compartir caminos de pensamiento).
Si el mal en general es siempre privación también el mal moral será privación. ¿De qué? De Bondad (e implica, en la misma medida, la de Verdad, Belleza, etc.) básicamente. ¿Y qué es lo bueno (lo verdadero, bello, etc.)? Aquello conforme a la naturaleza.
Sólo en esto me voy a detener hoy: el mal es privación de (algo requerido por) la naturaleza. Obrar mal es obrar contrariamente a nuestra naturaleza.
Ya llegaremos a Dios pero por un ratito saltemos fuera de la religión.
Aristóteles (también Santoto) le dan varios sentidos a "naturaleza". Para no complicar demasiado la cuestión nos vamos a quedar con tres. La naturaleza es: "principio de operaciones del ser"; la esencia y el cúmulo de perfecciones que el ser puede alcanzar.
Dicho así parece un poco raro o abstracto pero vamos a un ejemplo. ¿Cuál es la naturaleza de una rosa? Primero vamos a contestar su esencia, es decir, aquello que hace que sea una rosa y no otra cosa. Segundo vamos a decir, aquello a lo que la rosa tiende. ¿Y a qué tiende? A desarrollarse por completo, adquirir el tamaño, el color, el olor, etc. que está llamada a tener. Y este es el último sentido.
Es decir, la naturaleza según estos tres sentidos de la palabra hacen referencia a la esencia (un sentido) de una cosa que la orienta (otro) a su perfección (otro). La rosa no elige crecer o no crecer. Si hay sol, agua y otras condiciones la naturaleza de la rosa se desarrollará por sí misma. Por eso también llamamos "naturaleza" (y pensamos en plantas y pajaritos) a aquellos seres que desarrollan forzosamente su naturaleza.
En el caso del hombre su naturaleza es lo que lo determina como hombre (esencia), y lo induce (principio de operaciones) a alcanzar su máximo desarrollo (cúmulo de perfecciones).
Pero en, por lo menos, dos cosas se diferencia abismalmente la naturaleza del hombre y de la rosa.
En primer lugar, el hombre es un ser espiritual. Por tanto, el hombre según una distinción de razón (es decir, para entenderlo o explicarlo porque están substancialmente unidas) tiene una naturaleza material y una espiritual. ¿A qué apunta esto? A que sus perfecciones se lograrán tanto en lo material como en lo espiritual, tanto su cuerpo como su espíritu sentirán un impulso hacia su máximo desarrollo o perfección, a que su esencia es ser, a la vez y sin distinción, cuerpo y alma.
En segundo lugar el hombre puede elegir. La rosa no puede elegir el desarrollarse, crecer, adquirir tal color o tal olor, "la (su) naturaleza" lo hace por ella. En cambio, el hombre puede sentir un impulso a alimentar, conservar y perfeccionar su cuerpo como el hambre (principio de operaciones) pero negarle el alimento. Y esa negación del alimento ante el hambre puede ser contraria a su naturaleza (como autodestrucción) o favorable a la misma (considerando el efecto espiritual del dominio de los impulsos). Esto es lo que hace tan complicado el juicio moral (que, en sí, tiene reglas clarísimas gravadas en el corazón del hombre). En cualquier caso, lo más importante es que el hombre puede elegir ir "en contra" de su naturaleza.
Se hizo demasiado largo pero quiero dejar en claro que esto es sólo el comienzo de un largo camino.
Con esta llave abriremos puertas como ley natural, derecho natural, orden natural, poligenismo, sacrificio y redención de la naturaleza, el pecado original y la gracia, el pecado colectivo, el pecado social, el pecado material, el pecado en los judíos, etc., etc., etc.
Natalio